Los otros.

domingo, 31 de agosto de 2014

LA EXTREMA IMPORTANCIA DE ESAS COSAS QUE NO LA TIENEN.

Voy a dejar de saludar al dueño del bar que está en la esquina de la calle donde vivo. Siempre está en la puerta fumándose un cigarro porque apenas tiene clientela que atender y una tarde, al pasar yo por allí como lo hago cada día, coincidí con él en el centro de nuestro campo visual y...pues eso, que le saludé y me saludó, por primera vez.

De eso hace ya mas de dos años y no puedo mas. Le saludo por saludar, porque no me queda otra, porque vivo en la misma calle y entro y salgo con frecuencia y él siempre está en la puerta del bar, viéndolas venir. 

No es que me cueste saludar a la gente, no soy un antisocial, pero es que saludar por saludar a alguien que no conoces de nada...no sé, no me gusta, me irrita, es como si saludase a una farola o a una papelera o a un perro muerto. ¿Por qué he adquirido éste compromiso?.Qué tonto fui!,no debí haberle saludado nunca!!.

Dejaré de saludarle mañana mismo. Lo malo es que él, seguro, buscará mi mirada y no sé si podré retener el absurdo "taluego"  casi ininteligible que le suelto, que le dejo caer miserablemente, que emito contra mi propia voluntad para saludarle de pasada, con cara de NADA, sin sentimiento alguno, sin apego, sin afecto, un "taluego" esclavo de la rutina, del brote formal que me condenó hace ya mas de dos años.

 Mas de dos años saludándolo sin conocerlo de nada,que se dice pronto.

También podría entrar alguna vez en su bar, pedir algo, hablar con él o simplemente beberme una caña allí y después irme. Eso me serviría para saludarle con cierto sentido puesto que ya he...compartido algo con él.  Pero es que no quiero entrar en ese bar,¿por qué tengo que entrar en ese bar?.

Apenas tiene clientes  y supongo que andará mal de economía, pero ¿qué culpa tengo yo?. Lo que quiero es dejar de saludarle, simplemente. No saludarle nunca mas.

No se si me explico, se que no tiene mucha importancia el asunto, pero a mí me está minando.

Salgo por la mañana y ya está en la esquina, de pié, fumándose un cigarro, paso y le saludo: "taluego" le digo, "hola" me dice él. Ninguno de los dos mostramos alegría o sorpresa alguna, mas bien lo contrario, cara de pocos amigos, cara de resignación, como dos burros que llevasen encima 300 kilos cuesta arriba.

¿Y qué necesidad tengo yo de ésto?

Vuelvo a pasar  a medio día, de vuelta, y le tengo que saludar de nuevo porque no le voy a saludar unas veces sí y otras no, eso si que sería de locos, ¿no?. Así es que, venga, otro "taluego" mal dicho y él que me dice "adiós", o algo parecido.

Por la tarde otra vez y por la noche otra vez.  Ésto no es vida !!

A veces voy por la calle de enfrente para que esa pequeña distancia que nos separa explique la falta de saludo al pasar. Otras veces me hago el despistado y miro al suelo o hago como que hablo con el móvil o paso la esquina corriendo, como con mucha prisa...

...pero  ¿Por qué tengo que hacer yo éstas tonterías para no saludar a alguien que no tengo porqué saludar porque no lo conozco absolutamente de nada, salvo de vista porque está en la puta esquina de la calle todo el santo día?, eh?, ¿por qué?.

(qué requemaera tengo!)

Que alguien me lo explique.

Éste tema me levanta dolores de cabeza.

Hay días que, al abrir los ojos, aún en la cama, lo primero que me pregunto es "¿estará el tipo en la esquina o podré pasar sin saludarle?".

Cuando no está, paso aliviado.


Y él, ¿qué pensará de todo ésto?, algo pensará.  Tal vez se sienta igual de agobiado, es posible que desee que ésta situación del saludo acabe cuanto antes, como yo. En tal caso, no sólo llevo haciendo el gilipollas mas de dos años, también llevo molestándolo con mis saluditos insulsos todo ese tiempo.

Por Dios!, me sublevo. 

Tengo que acabar con ésto.

Alguna vez he pensado en acercarme a él y decirle directamente "perdona, soy el que pasa todos los días por aquí porque vivo ahí mismo y no tengo otra opción que pasar, ni te conozco ni quiero conocerte, ¿podríamos dejar de saludarnos ya, por favor?". A ver qué dice... pero es algo que, aunque haría encantado, comprendo que resulta descabellado y me tomaría por un loco.Yo mismo me asustaría al llegar a tal extremo. Además, después de acercarme a él estaríamos en las mismas, lo saludaría al pasar porque ya...en fin...ya nos conoceríamos.

Qué difícil y complicado es todo.

... Ahora voy a salir a tirar la basura y seguro que está abajo, en la esquina, fumándose un cigarro. Me mirará... y me temo que tendré que decirle algo,dedicarle un gesto al menos, un levantamiento de cejas, como mínimo.

Con ese gesto, desganado, tal vez se haga a la idea de que tengo la firme intención de dejar de decirle nada al pasar . Así todo resultará mas sencillo. Si. 

 Mañana, pase lo que pase, dejaré de saludarle.

domingo, 24 de agosto de 2014

UNA SIMPLE ANÉCDOTA.

Me he abierto la tapa de los sesos con un abrelatas. He visto lo que tenía ahí dentro inclinándome en el espejo del cuarto de baño. Me ha dado asco, gusanos por todas partes, gusanos y lombrices... pero no me ha sorprendido, algo así pensaba encontrar.

¿Estaré podrido?. Debo estarlo.

Con un casco de equitación puesto, para que no se me viese la abertura, he ido a una tienda de mascotas y he comprado media docena de pececillos de colores, que me han servido en una bolsa de plástico transparente con agua. El de la tienda me ha contado, muy amablemente, como los he de cuidar, pero no le he prestado atención, simplemente le he sostenido la mirada, una mirada ausente. ¿Por qué?, no me interesaba lo que decía.

He vuelto a casa a paso ligero y en cuanto he cerrado la puerta me he quitado el casco, me he levantado la coronilla y he soltado a los seis pececillos, con el agua y todo, en mi cerebro, para que se coman a los gusanos y a las lombrices.

Hecho ésto, me he sentado en el taburete de la cocina para sentir el efecto. Rápidamente ha surtido: un sonido como de burbujas, refrescante, airoso, liberador, como cuando echas coca-cola en un desagüé atascado y ese desagüe eres tú.

A los 5 minutos me he sentido mucho mas limpio, mas ligero, mas mentolado...si, con sabor a menta.

¿Y ahora qué?, me he preguntado a mí mismo en voz alta. 

Ahora nada, me he contestado en voz baja, por llevarme la contraria.

Ahora...

Ahora criaré peces de colores en mi cerebro.

Mi cabeza será una pecera.

Me gusta esa idea.

Así me siento bien, mucho mejor.

Eso sí, tendré que ir a una mercería cuanto antes a que me cosan una cremallera de oreja a oreja, no puedo ir por la vida con la cabeza siempre abierta.