Los otros.
jueves, 31 de octubre de 2013
miércoles, 30 de octubre de 2013
LA VENGANZA DEL PANADERO. SEGUNDA PARTE.
Narvaez, hijo único de un acomodado carterista, conoció los retortijones de la necesidad a la tierna edad de cero años y unas horas.
Al venir a éste mundo su madre se despidió de él en perfecta y fatal sincronía de relevo generacional. Condenado pues a ser criado por su padre,al que policías y vecinos llamaban "el manguis",la hambruna se convirtió en su hermana siamés invisible desde que nació.
Los primeros meses mamó leche de cabra a destiempo , en pequeñas y sucias dosis sin esterilizar . Mas tarde, percatándose "el Manguis"de que su hijito ,ya con medio año, tenía el tamaño de un pepino y el grosor de un palillo, se dijo a sí mismo: "voy a alimentarle en condiciones". Así pues, cada día, al llegar de su faena callejera,delictiva y ratonil, le hacía tragarse panes enteros. Panes enteros mojados en vino tinto para atontar al niño y que no diese guerra mientras él se hacía una pajilla después en el catre, folleteaba con alguna mujer deforme o se quedaba dormido como un tronco, sin mas.
Cuando el pequeño Narvaez cumplió los cinco años, efeméride que pasó totalmente desapercibida pues su padre no retenía en la memoria ese tipo de detalles, se habría zampado ya unos mil seiscientos veinte panes impregnados en vino tinto. Mil seiscientos veinte panes.
El niño estaba hinchado por fuera pero casi hueco por dentro, como un kinder sorpresa, con peor aspecto y de color amarillo hepático. Su hígado tenía tantos litros bebidos como el de Lou Reed (al que deseo desde aquí, dicho sea de paso, un Perfect Day allá donde esté).
"El Manguis" , que era tonto, vago y guarro pero no ciego, detectó el problema. Sin embargo su diagnóstico fue erróneo: Pensó que el niño estaba amarillo a causa de las fiebres del crecimiento. Puesto que ya iba siendo mayorcito,dedujo que en cualquier momento rompería a leer sin ni tan siquiera ir a la escuela, por instinto. Eso era todo.
Al pequeño Narvaez le quedaban pocos días de vida, pero un giro inesperado en la suerte de "el manguis" y una visita in extremis de los servicios sociales a la chabola donde se refugiaban padre e hijo...cambió la situación por completo, radicalmente.
Por un lado, "el Manguis" dio el palo de su vida,en el interior de la cartera que robó a un señor ,mientras éste compraba alcachofas en un mercadillo,se hallaba un boleto de lotería premiado con doscientos cincuenta mil euros.
Por otro, los servicios sociales le quitaron la custodia del pequeño Narvaez, que fue ingresado inmediatamente en un hospital.
Tras su lenta pero segura recuperación ,el niño creció en un piso tutelar. Los doscientos cincuenta mil euros provenientes del boleto premiado, cuyo dueño real creyó haber perdido accidentalmente sin darle mayor importancia, recayeron en beneficio de Narvaez.
Recuperó la salud física, el tono, el peso y el color. Mentalmente hablando... se volvió obsesivo y extremadamente maniático con el tema de la alimentación . Fue un excelente estudiante, con muy buenas notas en primaria, en secundaria, en el instituto y en la facultad de medicina, pero la procesión iba por dentro. Víctima fácil de todo tipo de trastornos alimenticios , sufrió anorexia durante varios años, harto de pasar hambre se convirtió en devorador compulsivo de la noche a la mañana dándose unos atracones de espanto, y mas tarde, arrepentido de tanto comer, contrajo bulimia, vomitando todo lo que comía y comiendo tanto como un paquidermo.
Además de estudiar la carrera de medicina, se licenció en Ciencias y Tecnología de los Alimentos y consiguió la Diplomatura en Nutrición Humana y Dietética.
Era el número uno en clase, siempre atento, despierto, con los ojos saltones, posado en la primera fila ávido de nuevos conocimientos como un polluelo a la espera de alimento.
Mientras todo ésto sucedía, a su padre le crecieron canas en la cárcel, donde vivió plácidamente durante media vida haciendo méritos para reengancharse, ya que era capaz de acomodarse sin dificultad a la vida mas rastrera.
De su hijo recibía un pan duro mojado en vinagre cada semana.
Pasados los años y llegando la edad madura, Narváez, además de trabajar en un Hospital como médico especialista en Gastroenterología, ocupándose de aparatos digestivos en mal estado, montó su propia consulta privada, desde donde lanzó su agresiva campaña contra el PAN, alimento con el que tenía pesadillas todas las noches desde pequeño.
A veces una montaña de panes de pueblo se derrumbaba sobre él aplastándole y sepultándole. En otras ocasiones se veía a sí mismo como una salchicha encerrado en un perrito sin poder salir, atrapado en una celda de bagett. Otra pesadilla era esa en la que, víctima de un secuestro, estaba sentado en una silla, atado de piernas y manos y amordazado, siendo golpeado una y otra vez con una barra de pan gigante, enorme,mastodóntica.
Pero la peor pesadilla , con la que sufría mas, era con la del grotesco panadero que lo amasaba como si él mismo fuese masa de harina y agua. Tras la tortura del manoseo, el malvado panadero lo metía en el horno y allí ardía en los infiernos hasta salir convertido en una vulgar chapata.
Esas pesadillas espoleaban el odio al pan que ya tenía de por sí el pobre Doctor Narvaez. Implacable y mezquino por fuera, niño hambriento y apaleado por dentro.
Pero volvamos al día presente, donde la acción continúa.
Lunes. Otoño del 2005. Centro de una pequeña ciudad que podría ser Cuenca, Albacete, Badajoz o Castellón.
Cinco de la tarde, hora en la que el Doctor Narvaez abre su consulta privada. Llueve a cántaros.El panadero, al que llamaremos Manolo por mantener su anonimato, afila su cuchillo jamonero. Una vez afilado, lo oculta bajo su chaqueta y sale a la calle rumbo a la consulta del Doctor Narvaez.
lunes, 28 de octubre de 2013
LA VENGANZA DEL PANADERO. PRIMERA PARTE
En mi panadería cada vez entran menos clientes. No es algo nuevo, viene sucediendo desde hace ya unos años,por eso empecé a vender leche también, y huevos, y zumo, y dulces ,aparentemente caseros. Pero ante todo soy panadero, yo mismo hago el pan y me siento muy orgulloso de ello. Sin embargo, como digo...mis estanterías ya nunca se vacían y cada vez con mas tristeza, al final del día, cargo con barras,molletes y panes para arrojarlos al río.Alimento así al menos a los patos, esos animales que saben apreciar lo bueno. Lo hago con resignación,con cara de pobre hombre, que es lo que soy, en lo que me estoy convirtiendo...en un pobre hombre, víctima de esa estúpida obsesión por adelgazar que tiene la gente.
Lo veo a diario,personas de toda la vida gruesas, de complexión corpulenta, de aspecto saludable... ahora con caras de hambre,con los mismos huesos pero sin relleno. Grandes cabezas sin riego sanguíneo, anchas espaldas huesudas,barrigas sacrificadas en pro del prepotente abdominal.
Allá ellos.
Dicen que lo hacen por su salud, y un huevo!, lo hacen creyendo que así están mas guapos, mas guapas...pobres infelices, cómo se dejan engañar. Si pudiese decirles lo que pienso al verles ...me dejarían de hablar.
Pero no tienen la culpa, su visión de la realidad corporal y nutricional ha sido manipulada y distorsionada por sus dietistas.
Malditos dietistas, los echaría a todos a los cocodrilos. Me están jodiendo la vida. Especialmente uno, el Doctor Narvaez.
Tiene su consulta en el barrio, mi barrio de toda la vida, donde tengo la panadería, donde tenía mi casa...
Si, la tenía, ya no la tengo. Cuando empezaron a ir mal las cosas dejé de pagar la hipoteca y me la embargaron. Ahora mal vivo en la trastienda,donde hago el pan. Me traje aquí el sofá, la cama, la tele y la cocina. Mal vivo,si, estoy todo el día de mala hostia. Yo antes no era así. Era un simpático panadero,siempre bromeando, de buen humor, amable, afable,simpático, trabajador , bonachón. Nada que ver con la persona cascarrabias y avinagrada en la que me he convertido.
Y todo por culpa de Narvaez.
Se que recomienda a sus pacientes,en su mayoría vecinos y ex-clientes míos, que no coman pan. Lo se, me consta,es él.
Yo mismo, hace un par de meses, acudí a su consulta para cerciorarme de lo que ya era un secreto a voces en el vecindario. Lo hice disfrazado con peluquín y gafas de alta graduación, para que no me reconociese, pues se que sabe que se lo que hace , sabe que no me gusta nada que lo haga y,por tanto, ambos sabemos que eso nos convierte en enemigos, tácitamente.
Tiempo atrás fue uno de mis numerosos clientes, me compraba el pan a diario. De repente dejó de venir y desde entonces ,al cruzármelo por la calle, ni me saluda. Buscando su mirada, encontraba en él una actitud altanera e insultantemente esquiva, como no queriendo rebajarse a decirme "adiós". Lo demás vino poco a poco,Narvaez empezó su particular cruzada dietética contra el pan y yo me fui quedando sin clientela.
Qué asco me da éste Doctor!
Fue una tarde de sábado, acodado en la barra del bar de la esquina con cara de chucho maltratado, cuando escuché por primera vez que Narvaez recomendaba no comer pan, bajo ningún concepto,para adelgazar y llevar una vida saludable. Se lo decía una señora alta y ancha que miraba con deseo el platillo de aceitunas que le habían puesto de tapa con su cerveza sin alcohol a otra señora bajita que se comía las aceitunas del platillo de dos en dos y alegremente saboreaba su CERVEZA con mayúsculas.
Nació esa tarde mi odio hacia Narvaez. Un odio que ha ido creciendo y creciendo.
Estuve a punto de estrangularle aquel día que,como digo, me metí en su consulta de incógnito.
Haciéndome pasar por otro, le dije que quería cuidar mi salud y mi alimentación. Me prohibió una serie de cosas,pero ,sobre todo, hizo hincapié en las nefastas consecuencias de la ingesta de Pan. Yo lo escuchaba echando humo por las orejas y, en medio de su alegato en contra del pan que yo mismo amaso, intenté levantarme de la silla para propinarle un puñetazo en su cara de potato,sin embargo caí al suelo perdiendo el equilibrio debido al dolor de cabeza y al tremendo mareo que las gafas de culo de botella me llevaban produciendo desde hacía rato. Al caer se me descolocó el peluquín, Narvaez me reconoció y me echó de la consulta. Yo me fui de manera penosa, intentando mantener la dignidad, argumentando mis insultos hacia su persona pero...dando tumbos y chocándome contra el perchero, la papelera, la puerta y el ascensor consecutivamente.
Con una costilla rota tras caer por las escaleras y a punto de ser fregado por la limpiadora del edificio que me miraba como a una cucaracha, juré venganza.
Y hoy ha llegado el día de obtenerla.
martes, 1 de octubre de 2013
EN PIE.
Ando, camino, voy andando, caminando.
Recorro calles, avenidas,plazas,parques...voy con la mirada al frente,decidido, adelante, a buen ritmo, moviendo las piernas con soltura, en movimiento,sin tensiones, simplemente me desplazo.
Avanzo, cruzo barrios enteros sin pensar en nada,disfrutando de la lluvia que cae ,sintiéndome libre y perdido,sin buscarle una explicación a mi conducta,sin juzgarme. Huyendo de todo imaginariamente.
Deja de llover, me dirijo al río y en la mitad del puente, después de varias horas sin descanso, me paro. Respiro. Entonces comienzo a concentrarme en el aire que cojo, el abdomen que se me hincha y en el aire que expulso. Sigo parado, en pié sobre el puente.
La gente que va de un lado a otro me mira al pasar. Los que van en mi sentido se dan la vuelta al adelantarme; los que van en sentido contrario me observan hasta cruzarse conmigo. Les extraña ver a alguien parado sin que esté mirando algo en concreto , usando el móvil o haciendo cualquier otra cosa que justifique su parada en público, sin actitud de espera, en medio de un puente.
Me pita un coche con tres chavales dentro que parecen reírse de mí.
Sigo parado,con los brazos caídos. Estoy bien, el cuerpo no me pide continuar.
Se acerca hasta mí una pareja que va caminando deprisa, haciendo ejercicio con ropa deportiva. Él me pregunta si me pasa algo, ella si necesito ayuda; agradeciéndoles amablemente su interés les digo que no. Siguen su camino mirándome con extrañeza.
Un hombre mayor se me acerca con su perrito y me pregunta sin rodeos pero con educación y,sobre todo, con mucha curiosidad,por qué estoy ahí parado. Le digo la verdad,porque estoy bien ahí, no hay otra razón. Su perro me ladra.El hombre gris, de pelo gris, rebeca gris y pantalones grises,insiste con la misma pregunta pero ante mi levantamiento de cejas y de hombros se va a regañadientes tirado por su mascota hacia adelante.
Me doy cuenta de que creo cierta expectación,pero no me importa,es mas, me agrada.Empiezo a jugar a ver qué pasa.
Un grupo de ciclistas que se acercan por el arcén que tengo a mi derecha se fijan en mí.El primero del pelotón lo hace imprudentemente, se acerca demasiado al bordillo sin darse cuenta,choca contra él,la rueda se tuerce por el impacto,cae de cabeza con las manos por delante y hace caer a todos los demás unos encima de otros. La caída es aparatosa pero nada grave, los coches ,al verlos, se desvían a su izquierda para evitar la colisión. Los ciclistas, ya en la acera, me miran como si yo fuese el culpable, de hecho uno de ellos , el mas ofendido por la tonta caída,bajito y cabezón como el pequeño de los hermanos Dalton, me dice que siga andando, que despisto a los conductores. Le miro pero no le hablo, después ya ni le miro por no entrar en conflicto,pero resulta peor así, se envalentona y sus compañeros tienen que frenarle para que no se me encare. Le convencen para que monte en su bici y retoman la marcha entre los insultos del pequeño gallito envuelto en su maillot ajustado. Parece la hormiga atómica, versión malas pulgas.
Sonrío como la Mona Lisa.
No tarda en llegar un coche de la policía municipal ligeramente veloz. Frenan justo a mi altura, siento como el crujir de un hueso (el freno de mano) y sale la pareja a mi encuentro. Me piden el carné. Saco mi cartera del bolsillo trasero derecho de mi pantalón,la abro, extraigo el DNI y se lo entrego. Mientras uno comprueba si tengo antecedentes o me he escapado del psiquiátrico, el otro me mira como si fuese un masay en la corte del Rey Arturo. El otro vuelve con cara de decepción (estoy limpio) pero aún así me dice que debo circular, que estorbo el tráfico de peatones. Le digo que no estorbo nada, la acera mide casi dos metros y el resto de viandantes pueden pasar perfectamente.
Discutimos,yo con calma pues intuyo cada vez con mas firmeza que no pueden obligarme a andar si no quiero pues no es delito ninguno; ellos con una tensión que va en aumento, dirigiéndose verbalmente hacia un callejón sin lógica ni salida.Intentan provocarme pero de nada les vale porque me la suda todo,sin ánimo de ofender a nadie.
Ante la derrota, que yo no siento como victoria pues ni compito ni guerreo con nadie,se meten de nuevo en el coche , ésta vez algo contrariados, amenazándome con dormir en la comisaría si me paso un pelo.
La escena ha sido vista,atendida y admirada por decenas de personas que se han ido agolpando en las dos aceras, personas que me aplauden al ver que se alejan los municipales. No se porqué.
Tras cinco minutos,en los que me siento único y extraño a la vez, aparece un grupo de jóvenes y no tan jóvenes que se dirigen hacia donde estoy, se ponen a mi lado, parados, como emulando mi actitud y me dicen que están conmigo, como si fuese yo el líder de un movimiento o reivindicase algo.
No les digo nada, totalmente admirado de lo que va pasando a mi alrededor. Se suma mas gente, grupos con pancartas en las que se puede leer "Ya está bien,no daremos un paso mas" o "De aquí no nos moveremos hasta que halla justicia" o "Hasta aquí hemos llegao" o "¿Para qué andar si no sabemos a dónde ir?". Consignas que enarbolan con ilusión y rabia a partes iguales . Cuento el número de asistentes al inusual acto,asistentes en pie, parados como yo en medio del puente. Y llego a 178. Empiezan a parar también coches y camiones, todos parados y en silencio. Sigo contando: 250, 335...ya no puedo contar mas, hay personas y vehículos a lo largo y ancho de todo el puente.
Se oyen sirenas.
Muchos me miran con tal necesidad de creer en algo, de creer desesperadamente que lo que hago (que no es nada!) tiene algún sentido que...aunque me dan ganas de seguir andando y decirles que se equivocan conmigo, siento un enorme reparo, no quisiera decepcionar esas caras tan sedientas de esperanza, tan deseosas de un cambio.Mi actitud, aunque parezca ridículo , les parece una lección, un símbolo, una protesta.
Con cara de circunstancia sigo en pié, sin moverme y en silencio.En esas estoy cuando aparece la policía, en coche y en moto, los anti-disturbios,ambulancias,bomberos, la prensa, los de la tele!.
Si, se me acerca una reportera, micrófono en mano, y un cámara para preguntarme qué es lo que reivindicamos, si el movimiento EN PIE ha surgido como consecuencia de la corrupción política o del paro o de todo en general. Yo no se qué contestar. Un grupo de policías se acercan a mí abriéndose paso a empujones entre la gente parada en el puente, llegan hasta donde estoy, tapan la cámara, desenchufan el micro de la reportera, me reducen y me llevan con ellos detenido. Cientos de personas EN PIE sobre el puente protestan,gritan desde sus puestos, sin moverse. Veo cómo una marea de gente se acerca a los aledaños del puente, ya inaccesible y colapsado, y se quedan inmóviles también. Tras los gritos de protesta, guardan un silencio más que trágico, trascendental. Resulta impresionante.
Observo la escena perplejo mientras uno de los policías me baja la cabeza para entrar en el coche.
Duermo en comisaría. A la mañana siguiente me sueltan porque sigo sin haber cometido ningún delito realmente. En la puerta me esperan cientos de personas que me aplauden y jalean. Les sonrío con sorpresa. Me rodean, me siguen, caminan conmigo.
Entro en un café a desayunar porque tengo hambre. Los demás me invitan a vernos en la plaza Central "ya verás lo que has creado, amigo" y después desaparecen.
Mojando la tostada de mantequilla en el café con leche miro la tele y veo miles de personas en pié,parados, sin hablar ni emitir sonido alguno, pero no sólo en la plaza central de donde vivo, también en Madrid, en Barcelona, en París, en Lisboa, en Atenas, en Roma, en el Cairo, en Irak, en Afganistán, en Nueva York, en Londres, en Casa Blanca, en Rabat,en Moscú, en Tokio, en Estocolmo,en Sao Paulo, en Buenos Aires, en Santiago de Chile...una voz en off habla del nacimiento de un movimiento sin precedentes llamado EN PIÉ.
Un jaque al sistema, un virus humano que lo detiene de forma drástica y literal, un movimiento con el que no contaba la clase política, descolocada totalmente y sin poder de reacción:
Boquiabierta.
Ante tal noticia y ésta nueva realidad, de la que me siento accidentalmente gota que colma el vaso (pero para nada responsable del derrame) opto por irme a la cama a dormir.
Si mañana despierto y me doy cuenta de que ha sido un sueño, curioso sueño habrá sido, si por el contrario resulta que estoy despierto...me uno al movimiento EN PIÉ.
De momento alucino, yo me paré en el puente para respirar, porque estaba cansado, simplemente por eso!!.
Qué cosas, oye. Un nuevo mundo aguarda en la punta de la lengua de los habitantes de la tierra.
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