Los otros.

miércoles, 30 de octubre de 2013

LA VENGANZA DEL PANADERO. SEGUNDA PARTE.

Narvaez, hijo único de un acomodado carterista, conoció los retortijones de la necesidad a la tierna edad de cero años y unas horas.

Al venir a éste mundo  su madre se despidió de él en perfecta y fatal sincronía de relevo generacional. Condenado pues a ser criado por su padre,al que policías y vecinos llamaban "el manguis",la hambruna se convirtió en su hermana siamés invisible desde que nació. 

Los primeros meses mamó leche de cabra a destiempo , en pequeñas y sucias dosis sin esterilizar . Mas tarde, percatándose "el Manguis"de que su hijito ,ya con medio año, tenía el tamaño de un pepino y el grosor de un palillo, se dijo a  sí mismo: "voy a alimentarle en condiciones". Así pues, cada día, al llegar de su faena callejera,delictiva y ratonil, le hacía tragarse panes enteros. Panes enteros mojados en vino tinto para atontar al niño y que no diese guerra mientras él se hacía una pajilla después en el catre, folleteaba con alguna mujer deforme o se quedaba dormido como un tronco, sin mas.

Cuando el pequeño Narvaez cumplió los cinco años, efeméride  que pasó totalmente desapercibida pues su padre no retenía en la memoria ese tipo de detalles, se habría zampado ya unos mil seiscientos veinte panes impregnados en vino tinto. Mil seiscientos veinte panes.

El niño estaba hinchado por fuera pero casi hueco por dentro,  como un kinder sorpresa, con peor aspecto y de color amarillo hepático. Su hígado tenía tantos litros bebidos como el de Lou Reed (al que deseo desde aquí, dicho sea de paso, un Perfect Day allá donde esté). 


"El Manguis" , que era tonto, vago y guarro pero no ciego, detectó el problema. Sin embargo su diagnóstico fue erróneo: Pensó que el niño estaba amarillo a causa de las fiebres del crecimiento. Puesto que ya iba siendo mayorcito,dedujo que en cualquier momento rompería a leer sin ni tan siquiera ir a la escuela, por instinto. Eso era todo.

Al pequeño Narvaez le quedaban pocos días de vida, pero un giro inesperado en la suerte de "el manguis" y una visita in extremis de los servicios sociales a la chabola donde se refugiaban padre e hijo...cambió la situación por completo, radicalmente. 

Por un lado, "el Manguis" dio el palo de su vida,en el interior de la cartera que robó a un señor ,mientras éste compraba alcachofas en un mercadillo,se hallaba un boleto de lotería premiado con doscientos cincuenta mil euros.

Por otro, los servicios sociales le quitaron la custodia del pequeño Narvaez, que fue ingresado inmediatamente en un hospital.

Tras su lenta pero segura recuperación ,el niño creció en un piso tutelar. Los doscientos cincuenta mil euros provenientes del boleto premiado, cuyo dueño real creyó haber perdido accidentalmente sin darle mayor importancia, recayeron en beneficio de Narvaez.

Recuperó la salud física, el tono, el peso y el color. Mentalmente hablando... se volvió obsesivo y extremadamente maniático con el tema de la alimentación . Fue un excelente estudiante, con muy buenas notas en primaria, en secundaria, en el instituto y en la facultad de medicina, pero la procesión iba por dentro. Víctima fácil de todo tipo de trastornos alimenticios , sufrió  anorexia durante varios años, harto de pasar hambre se convirtió en devorador compulsivo de la noche a la mañana dándose unos atracones de espanto, y mas tarde, arrepentido de tanto comer, contrajo bulimia, vomitando todo lo que comía y comiendo tanto como un paquidermo. 

Además de estudiar la carrera de medicina, se licenció en Ciencias y Tecnología de los Alimentos  y consiguió la Diplomatura en Nutrición Humana y Dietética. 

Era el número uno en clase, siempre atento, despierto, con los ojos saltones, posado en la primera fila ávido de nuevos conocimientos como un polluelo a la espera de alimento. 

Mientras todo ésto sucedía, a su padre le crecieron canas en la cárcel, donde vivió plácidamente durante media vida haciendo méritos para reengancharse, ya que era capaz de acomodarse sin dificultad a la vida mas rastrera.

De su hijo recibía un pan duro mojado en vinagre cada semana. 

Pasados los años y llegando la edad madura, Narváez, además de trabajar en un Hospital como médico especialista en Gastroenterología, ocupándose de aparatos digestivos en mal estado, montó su propia consulta privada, desde donde lanzó su agresiva campaña contra el PAN, alimento con el que tenía pesadillas todas las noches desde pequeño.

A veces una montaña de panes de pueblo se derrumbaba sobre él aplastándole y sepultándole. En otras ocasiones se veía a sí mismo como una salchicha encerrado en un perrito sin poder salir, atrapado en una celda de bagett. Otra pesadilla era esa en la que, víctima de un secuestro, estaba sentado en una silla, atado de piernas y manos y amordazado, siendo golpeado una y otra vez con una barra de pan gigante, enorme,mastodóntica.

Pero la peor pesadilla , con la que sufría mas, era con la del grotesco panadero que lo amasaba como si él mismo fuese masa de harina y agua. Tras la tortura del manoseo, el malvado panadero lo  metía en el horno y allí ardía en los infiernos hasta salir convertido en una vulgar chapata. 

Esas pesadillas espoleaban el odio al pan que ya tenía de por sí el pobre Doctor Narvaez. Implacable y mezquino por fuera, niño hambriento y apaleado por dentro.

                                   

Pero volvamos al día presente, donde la acción continúa.

Lunes. Otoño del 2005. Centro de una pequeña ciudad que podría ser Cuenca, Albacete, Badajoz o Castellón.

 Cinco de la tarde, hora en la que el Doctor Narvaez abre su consulta privada. Llueve a cántaros.El panadero, al que llamaremos Manolo por mantener su anonimato, afila su cuchillo jamonero. Una vez afilado, lo oculta bajo su chaqueta y sale a la calle rumbo a la consulta del Doctor Narvaez.











 

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