Los otros.

domingo, 19 de julio de 2015

STEFFAN Y EL GENIO DE LA TETERA.

Steffan, un joven alemán, cansado de sentirse como una llave inglesa ( no por la nacionalidad atribuida a la llave sino por el valor exclusivamente funcional de la herramienta, siempre al servicio de su patria) se fue de vacaciones a la India.

Consciente de su cuadriculada forma de pensar y actuar, y hastiado por ello igualmente, decidió ese destino con la intención de ablandar sus sesos, relajar sus músculos , descubrir las formas redondas, los pensamientos ondulantes, la dilatación del tiempo, el placer del instante, la grandeza de lo inútil, su lado espiritual...

Pero entró con mal pié en el místico país, nada mas coger el coche que alquiló al bajar del avión atropelló a una vaca sagrada.

Al presenciar éste sacrilegio, una mujer con dos dientes empezó a lanzarle piedras, un hombre sin piernas le mordió los tobillos , una pandilla de niños con barba le zarandeó el coche y un  anciano desnudo, con picha de burro, lo maldijo rebuznando mantras maliciosos.

Steffan cogió su mochila, abandonó el coche y se internó en la selva mas próxima .

Tras media hora corriendo montaña arriba sin parar, que se dice pronto, hizo una pausa para coger aliento.

Al hacerlo se dio cuenta de que no estaba solo. A cinco metros de él, sobre una roca, se hallaba un joven indio (de su misma edad, unos 29 años) cubierto tan sólo con el típico taparrabos que parece un pañal de bebé, un bebé cagado. En las manos tenía una tablet rota  con la que simulaba trabajar y en los pies un balón de futbol, al que daba pataditas con ambas piernas y gran habilidad sin que tocase el suelo.

El joven indio, de nombre Benengeli, percibiendo claramente el olor de la colonia de Steffan (en contraste con el suyo propio, que era selvático con retrogusto a estercolero) levantó la mirada y lo vio.  Este encuentro entre los dos fue mágico.

Tras haberse presentado, Steffan mostró su interés por los valores espirituales de la vida india, habló de la necesidad que tenía de alimentar su alma  y de su inquietud por el Budismo y el tema de la meditación. Así mismo, Benengeli se confesó admirador del sistema capitalista Europeo, declarando que su sueño era vivir stressado, trabajando para consumir y consumiendo porque sí;  y que nada le haría mas feliz que ver una final de la champions .

Visto lo visto y dicho lo dicho, los dos pensaron lo mismo: Si tú me enseñas los secretos de tu cultura yo te enseñaré los de la mía.

Enseguida se pusieron de acuerdo. El alemán quería sentirse indio ,aunque sólo fuese por 15 días, y el indio alemán. En éste periodo de tiempo podrían saborear esa otra cultura que les fascinaba. Para empezar  intercambiaron sus ropas y sus pertenencias. Steffan se quedó con el taparrabos (la tablet y el balón no le interesaron) . Benengeli se apropió de todo lo demás: Botas de trekking alta calidad, calcetines térmicos, calzoncillos de alta montaña, pantalón multiaventura, camisa de once varas, gafas de sol termosolares, una gorra con aire acondicionado, mochila marca "Sargento Requena" , un Iphone 6,su cargador, más ropa, tarjeta de crétido y DNI, 600 euros en efectivo, una botella de agua mineral casi llena, galletas energéticas, una caja de condones y una guía del trotamundos sobre la India (de esto último, Benengeli se deshizo enseguida).

Seguidamente , habiéndolo echado a suertes con el pito pito gorgorito, Steffan empezaría impartiendo su master intensivo sobre cómo stressarse y vivir a diario agobiado y preocupado a la manera urbana Europea.

Le aconsejó a Benengeli, entre otras muchas cosas, no estar contento nunca bajo ningún concepto, querer siempre mas, despreciar a los demás, estar pendiente continuamente de las ofertas del mercado y desearlas todas, de tal manera que la frustración, mas tarde que temprano, habría de hacer meya (y hasta grieta) en él.

A Benengeli le satisficieron enormemente éstas enseñanzas. Por su parte, llegando el turno de impartir su master acerca de los valores espirituales indios, aconsejó a Steffan todo lo contrario:  No desear nada,  no esperar nada, disfrutar el momento (porque en la India es lo que mas abunda), no pensar (como las vacas sagradas), vivir del aire (y en casos extremos de la caridad) y hacer de tripas corazón en los malos momentos, que serían muchos y morrocotudos.

Además de éstos consejos Benengeli le enseñó, de propina, una técnica para practicar la meditación, dominar su mente y espantar al deseo, manantial diabólico de donde salen todos los sufrimientos, según la creencia Budista.

La técnica era la siguiente:  Subirse a la cima de la montaña, sentarse mirando al horizonte con un palo en la mano y quedarse en blanco el máximo tiempo posible. En el momento en el que se cruzase por la cabeza un "tengo sueño" o un  "se me han dormido las piernas" o un "tengo hambre" o un "qué calentura tengo"...darse un mamporrazo con el palo en toda la cabeza. Al principio duele (y al final también) pero poco a poco el cerebro aprende a asociar el Deseo con ese dolor y empieza a ser menos pejiguera, a no quejarse tanto y a meditar, coño, que de eso es de lo que se trata.

Tras el intercambio de sabidurías y consejos culturales Steffan y Benengeli se despidieron.

 Steffan subió a la cima de la montaña con aire penitente y Benengeli corrió a la ciudad para hacer uso de los billetes de Steffan con alegría y desenfado.


Una vez en lo alto, ya con un palo en la mano, Steffan se sentó en el suelo, miró el horizonte, trató de quedarse en blanco y lo consiguió durante 17 segundos que le supieron a gloria, transcurrido este espacio de tiempo cruzó por su mente la imagen de una salchicha cocida. Horror. Se dio un mamporrazo. Siguió meditando, 11 segundos mas de concentración en la nada, después otro pensamiento, el cuerpo desnudo de la azafata de vuelo morena que le había puesto cachondo en el avión. Horror. Otro mamporrazo. Seis segundos mas de meditación, otro deseo, una gran salchicha serpenteando por el cuerpo desnudo de la azafata morena. Horror, Horror. Dos mamporrazos seguidos. Steffan se tambalea pero , menudos es, sigue con la meditación. Tres segundos mas en blanco, tres segundos en los que cree dar la mano a San Pablo, el que tiene las llaves del cielo, sin embargo su mente europea es un caballo loco y vuelve a enturbiar su armonía con otro deseo, otro pensamiento, otra imagen, ésta vez la de un wolsvagen Polo hecho de carne maciza estrellándose con un camión amarillo lleno de cerveza. Horripilante. Cinco mamporrazos seguidos. Steffan cae al suelo, medio inconsciente, atontado, con la cabeza bollada. Intenta levantarse, lo consigue a duras penas, pierde el equilibrio varias veces, cae y vuelve a levantarse, baja por la montaña haciendo un slalom sin control. Por el camino se topa con una tetera herrumbrosa a la que sin querer, pues se mueve como un pelele, da una patada.

De la tetera sale un genio, un genio y figura hasta la sepultura que en aquel momento aparece mostrando su gran estatura: Una especie de mister Proper gigante, un Don Limpio enorme vestido con mono de cuero negro, calvo, musculado...¿gay quizás?, ¿a quién le importa?. Suelta una gran carcajada al saberse por fin liberado. Acto seguido espabila de un soplo descomunal a Steffan, que abre los ojos y alucina.


El genio le hace saber que por haberle liberado le concede tres deseos. Steffan, al verlo grande y calvo, lo confunde con Buda y se coloca junto a él para hacerse un selfie, pero en ese momento recuerda que ya no tiene su IPhone 6. El Genio le sopla de nuevo para despertarlo del todo arrojándolo a un bebedero de macacos. Después le repite lo de los tres deseos.

Steffan, saliendo del charco, cree volver en sí y recordando los preceptos de su nueva creencia le dice "aparta de mí, no deseo nada" y se pone a buscar un palo con el que darse en la cabeza. El genio, convencido de que le ha liberado un auténtico merluzo, se refiere a él con éstas palabras " Mira imbécil, no soy una alucinación, soy un genio de verdad y estoy obligado a concederte tres deseos por haberme liberado, de lo contrario volveré al interior de la tetera, ¿te enteras o te tengo que soplar 50 veces, mamarracho?". Steffan se hizo cargo de la situación.

Entonces pensó. Después le dijo al genio "quiero tres deseos en uno, vamos, que es un mismo deseo pero tiene tres particularidades", "corta el rollo, adelante" le dijo el genio.

Quiero no ser como soy

tampoco quiero ser como los demás

y quiero ser feliz.


Deseos concedidos, le dijo el genio.

Y lo convirtió en piedra.


Mientras tanto, Benengeli sacaba ,con la tarjeta de Steffan, un billete de avión para Ibiza. Sólo de ida.

Allí ya se pondría de vuelta y media.




 

miércoles, 8 de julio de 2015

TAL y COMO.

TAL y COMO era una pareja cómica, un dúo de humoristas de gran éxito en la España de los años 50, esos años de los que nadie sabe ni recuerda nada. Si, porque se ha hablado mucho de los años 80,de los 70, de los 60,de la posguerra, de la guerra civil, de los años 20 e incluso del siglo diecinueve, pero ¿Qué pasa con los años 50?... ¿Os encojéis de hombros?, normal, no es para menos. Se trata de una década oscura, fantasma, opaca, insulsa tal vez, ignorada, excluida de la memoria nacional, ¿Por qué?. No tengo ni la mas mínima idea, yo voy a hablar de TAL y COMO.

TAL y COMO eran húngaros, de Hungría (un país tan oscuro, opaco e insulso como los años 50). Salieron de allí huyendo durante la Revolución del 56 cada uno por un lado, aún sin conocerse, aunque ambos tenían los mismos motivos para escapar: la cobardía, que es mas lista que el hambre, y el hambre, que de tonta no tiene un pelo.

El caso es que los dos, tanto TAL (que en realidad se llamaba Straikovsky Gurumelov Pascualín) como COMO (cuyo nombre real era Agapitóvskiriký - con dos acentos- Pichorro Achískt) fueron a parar a la flamante fábrica de SEAT,  fundada en España seis años antes, en 1950.

Tuvieron mucha suerte, fue llegar y besar el Santo. Encontraron trabajo de momento y apretando tornillos en dicha fábrica se conocieron. Eran los dos únicos húngaros entre los 500 trabajadores y sólo podían hablar entre ellos; de nuestro idioma sólo sabían decir "Pásame la llave inglesa,Pepe", "qué calor hace, madre mía", "¿ Cuándo coño se cobra aquí?", "jefe cabrón" y "arriba España". 

Desde el principio hicieron buenas migas, con ajo, pimiento y panceta. Se pasaban las doce horas que duraba la jornada laboral apretando tornillos sin parar de hablar, reír y cagarse en el régimen ,y es que en húngaro nadie les entendía y por tanto no había peligro de fusilamiento.

Sin embargo, tanta alegría y tanto alboroto en el trabajo no era bien visto por sus superiores, con lo que en poco tiempo los echaron a la calle.

Las calles españolas en los años 50 eran algo muy triste, no había farolas ni bancos donde sentarse, los árboles, sauces llorones todos, no daban sombra (hecho extraño éste pero típico de la época), todo era en blanco y negro, la gente paseaba temerosa sin hablar y había perros  por todas partes rascándose la superpoblación de pulgas y garrapatas que habitaban bajo sus trasquilados pelajes.

Vamos, que el panorama que les esperaba a Straikovsky y Agapitóvskiriký  era realmente desalentador. Sin embargo, no se vinieron abajo, todo lo contrario, estaban tan unidos y lo pasaban tan bien juntos con sus bromas húngaras que decidieron montar un puesto de perritos calientes con el poco pero suficiente dinero que habían ganado en la fábrica.

 El puesto fue un fracaso porque en España por entonces el perrito caliente era algo novedoso y por tanto demasiado atrevido, sospechoso, inmoral, mezquino, desagradable y de mal gusto.  Nadie les compró nunca un perrito, pero un día que pasaba por allí ,tras haber inaugurado un pino puente, se paró ante el puesto el mismísimo Caudillo, Francisco Franco, con todas sus moscas peloteras detrás.

 El caudillo, atraído por el habla húngara de éstos dos pájaros  y asombrado por el tono alegre de su conversación se les quedó mirando seriamente. Ellos pensaron en aquel momento que el bajito malas pulgas ordenaría su fusilamiento inmediato por extranjeros y maleantes y no dejaron de hablar planeando posibles escapatorias.Entonces sucedió algo extraordinario, Franco soltó de repente la primera carcajada de la que se tiene constancia en los anales de la historia rancia de España. Tras él, por supuesto, rieron todas las moscas cojoneras que le acompañaban. Después paró de reír en seco, se hizo el silencio y dijo con su voz de pito "Qué graciosos son éstos dos desgraciados, los quiero para la fiesta de mi próximo cumple años". Y siguió adelante con paso marcial llevándose tras de sí a todos sus insectos. Bueno, a todos menos a uno, que se quedó con Straikovsky y Agapitóvskiriký un momento para darles en un papel apuntado el día, la hora y el sitio en el que debían estar para ofrecer al Caudillo un espectáculo de humor bajo amenaza de tortura y expulsión del país si no se presentaban.

Y de ésta manera comenzó la carrera humorística de TAL y COMO.

(Éste nombre artístico nadie sabe, ni ellos mismos, en qué momento y porqué se les ocurrió)

Tenían tan sólo una semana para preparar su show, ¿pero cómo hacerlo?, nunca se habían dedicado a la comedia, jamás habían pisado un escenario.

Tranquilo, le dijo Agapitóvskiriký a Straikovsky, ya sabemos que al Caudillo le hace gracia nuestro idioma, inventémonos cualquier historia y contémosla con gracia o sin ella , no la va a entender nadie, da igual, seguro que funciona.

Aquella premisa les dio ánimos, no tenían nada que perder. Sólo quedaba elegir la historia y solucionar la puesta en escena. Optaron por la sencillez en el decorado y por la muerte, como tema. Actuarían los dos vestidos de negro, de LUTO PREMATURO (como ellos mismos decían, titulando así su primer y único espectáculo, con el que alcanzaron gran fama en todo el país).

Así ataviados, con tan sólo un rústico ataúd en escena como elemento escenográfico, empezarían llorando para poco a poco irse animando a lo largo del espectáculo, haciendo bromas, soltando insultos y burlándose en perfecto húngaro del presunto muerto, que no era otro - en la ficción del show- que el mismísimo Franco.


Así lo hicieron llegado el día del estreno en el cumpleaños del Caudillo, que volvió a reír desmesuradamente, ésta vez a costa de su propia muerte sin él saberlo.

A partir de entonces les llovieron las ofertas, si Franco reía con ellos, todo el mundo podría hacerlo y estaría muy bien visto. Les llamaban de casinos, de sociedades privadas, de monterías, de hoteles, de puticlubs, para inaugurar pantanos y clausurar campeonatos de fútbol . Fue un gran éxito. Todo el mundo reía con ellos, tal vez por necesidad de reír  o por quedar bien o por las dos cosas a la vez, porque como digo aquellos fueron unos años tan sosos o  más que la comida Francesa. Nadie les entendía, esa era la clave del éxito de los magníficos TAL y COMO, que duró precisamente hasta que un mal día, dos años mas tarde, un militar húngaro , amigo del régimen, asistió como público a una de sus actuaciones.

Esto supuso el fin de la carrera humorística en España de Straikovsky y Agapitóvskiriký.

El militar húngaro se chivó al Caudillo, contándole qué es lo que contaban y de quién se reían realmente Tal y Como en el espectáculo. El Caudillo se puso colorado, mandó ahorcar al Militar Húngaro para que no fuese aireando la historia por ahí , convirtiéndose él mismo en el hazmerreír de su querida patria y ordenó la detención inmediata de la pareja de cómicos.

Menos mal que nuestros dos protagonistas estaban sobre aviso , el miliar húngaro, tras ver su actuación fue al camerino de los artistas para decirles que los iba a denunciar, no sabemos si esto lo hizo para que escaparan o simplemente porque era idiota.

El caso es que Straikovsky y Agapitóvskiriký lograron huir de las garras del águila imperial (una, grande y reprimida) y salieron del país para volver al suyo de la misma manera que salieron del suyo para venir aquí, Tal y Como.


Hoy día, unos sesenta años mas tarde, han vuelto a reencontrarse, tras haberse perdido de vista el uno del otro por causas ajenas a sus voluntades, y felizmente han vuelto al mundo de la escena para hacer reír a la gente. Actúan todos los viernes por la tarde en una residencia de ancianos de Budapest donde ellos mismos pasan los últimos años de su vida. Y lo siguen haciendo con humor, como si estuviesen en un campamento de verano donde , en lugar de San Jacobos, les dan de comer pastillas.

No somos nadie. Ni falta que hace.


Gloria por siempre a ese dúo irrepetible, bravo por los TAL y COMO !!!.


Ésta ha sido su historia.





 

lunes, 6 de julio de 2015

UNA HISTORIA SIN EL MÁS MÍNIMO DE INTERÉS.

Aquel trabajo, el de distribuidor de artículos de la cadena de ferreterías "Berbiquí", me duró poco tiempo, para ser mas exactos: doce horas.

  Ni siquiera hizo falta que me echasen, le ahorré a mi jefe ese mal trago, yo mismo lo dejé, aunque casi no hizo falta decir nada.  ¿Qué iba a decir?, peor no pudo haberme ido en mi primer día de trabajo.

Salí a las siete de la mañana con la furgoneta llena de cáncamos, alcayatas, puntas, tacos, tornillos, martillos, alicates, bombillas, casquillos, picos, palas, cribas, zachos, sierras, paletas, bisagras, taladros y una gran hormigonera azul marino.

Mi cometido era distribuir todo ese material en 5 Ferreterías distintas (aunque lo de "distintas" sobra, claro, no van a ser las 5 ferreterías la misma, no?, vamos, sería prácticamente imposible) 5 ferreterías, como decía, situadas en 5 pueblos (distintos unos de otros, ni que decir tiene) que se hallaban a unos 50 kilómetros de media uno de otro.

La tarea, a priori, no parecía complicada , quizás por eso me confié demasiado y pasé del GP ese. A unos 20 kilómetros para llegar al primer pueblo una señalización indicaba "Tramo de concentración de despistes" y efectivamente, tenía su por qué pues fue entrar en dicho tramo y desorientarme totalmente, de tal manera que, sin darme cuenta, fui a para a un camino .Un camino que me llevó a un campamento de temporeros.

En seguida me di cuenta de que no se trataba de trabajadores eventuales de campo al uso, aunque el campamento si lo fuese. Parecían mas bien filósofos temporeros. Sentados en círculo sobre la tierra discutían acerca del sentido de sus vidas temporeras: ¿Estamos haciendo tiempo o...perdiéndolo?, ¿lo aprovechamos o, por el contrario, lo desperdiciamos vilmente?, ¿Plantearnos esto es ganar tiempo o perderlo?, ¿Estamos quizá pasando el tiempo simple y llanamente  o  es que el tiempo pasa sobre nosotros soberanamente?. Todas éstas cuestiones se barajaban en el círculo de manera tan absorta que no se dieron cuenta de mi presencia. Sin embargo, me urgía saber dónde me hallaba y de qué forma podría encontrar el pueblo al que debía dirigirme. Sin titubeos hice sonar la bocina de la furgoneta dos veces seguidas ( pi piiii) provocando un respingo general en la asamblea de los filósofos temporeros. Me bajé del vehículo comercial y les pregunté qué dirección debía tomar para ir a Navalcordero, mi primer destino. Uno de ellos, levantándose, me dijo "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. No temas, llegarás sin preguntar, es cuestión de tiempo, el tiempo pues te lo dirá". El resto de filósofos aplaudió la respuesta agitando las manos abiertas en alto sin dejar de mirarle con admiración, después doblaron todos el cuello para mirarme y decirme al unísono a modo informativo "Así habló Zarrapástroso". Contesté cortésmente con un "ah, vale, estupendo",  pero vamos, que me quedé igual. Aquello era un callejón, no había salida, ni dialéctica ni comarcal, no me quedaba otra que volver por donde había venido. Les dije adiós muy buenas y girando 180 grados sobre el camino de tierra con la furgoneta  llené aún mas de  polvo sus polvorientas figuras y allí les quedé, haciendo tiempo o matándolo, vete tú a saber.

Una hora después entraba en Navalcordero. No me costó localizar la Ferretería, donde hacía rato me esperaba su dueño para despacharle la Hormigonera.  Muy contento, orgulloso de entregar mi primer pedido, abrí las puertas de atrás, pero cual fue mi sorpresa (y la del ferretero de Navalcordero) al ver que allí no se encontraba la susodicha hormigonera. ¿Cómo es posible?, me pregunté, ¿dónde coño está? quiso saber él. A primera hora la cargué y no he vuelta a abrir las puertas hasta ahora...ya está, me la quitaron cuando paré, ¿Dónde? (el ferretero sólo hacía preguntar) en el campamento de temporeros, fueron ellos sin duda los que me la chorizaron!!. ¿Qué temporeros ni qué niño muerto?, quiso saber el Ferretero. No se preocupe, ahora mismo vuelvo, la recupero y estoy aquí otra vez con ella. ¿Con quién? (y dale con las preguntitas),¿está usted tonto?,¿con quién va a ser, con mi prima?, pues con la Hormigonera!, a ver si estamos a lo que estamos ferretero de Navalcarnero. Navalcordero!, apuntilló él, tus muertos, le dijo yo entre dientes. Y arranqué.


Oootra vez para atrás. Al campamento.

Cuando  llegué estaban utilizando la hormigonera a modo de lavadora. Zarrapástroso hacía girar  bruscamente el timón que mueve el tambor a un lado y al otro, con agua, espuma y uno de los filósofos desnudo dentro, centrifugando.  Mientras los demás hacían cola despidiéndose de sus andrajos, reían a carcajadas con cada giro brusco del tambor y grito de dolor del filósofo centrífugo.

Se acabó la fiesta, dije al bajar de la furgo  sintiéndome como Clint Eastwood en sus tiempos mozos: duro, sucio y Harry, muy Harry.

Devolvedme ahora mismo la lavadora!!!,les ordené sin titubeo. Entonces hubo un silencio. Se miraron unos a otros y  rompieron a reír a carcajadas antes de decir todos a la vez "así habló el gilipollas" y volverse a reír.  La Hormigonera!! - rectifiqué- devolvedme la Hormigonera!!,  la necesito, tengo prisa, es mía.

A lo cual, Zarrapástroso dijo "No hace falta que nos des explicaciones. Si la necesitas, cógela y llévatela. Pero plantéate primero qué falla en tu vida para que dependas de una burda Hormigonera. ¿Eres feliz?,¿Sueñas con ella y te despiertas con sabor a cemento en tus labios?,¿Dependes anímicamente de éste trasto?.  Sé valiente,atrévete: di NO a la Hormigonera". Dicho lo cual se repitió la operación del aplauso mudo con las manos abiertas en alto y el coro de discípulos diciendo"Así habló Zarrapástroso".

El tema ya empezaba a cansarme. Os regalo un par de cajas de cáncamos si queréis, pero por favor, ayudadme a subir la Hormigonera a la furgoneta, les dije solícito. Y aceptaron, menos mal. Dos de ellos, los mas jóvenes (de unos 40 años) se encargaron de meter la carga. Me fui pitando de allí.

El Ferretero de Navalcordero me esperaba en la puerta de su miserable establecimiento comiendo pipas, visiblemente nervioso.

Todo arreglado, le solté por la ventanilla, antes de bajar. Al hacerlo y abrir la carga de nuevo, me di cuenta de que no podía estar mas equivocado.

La Hormigonera estaba, eso sin duda, pero en el interior del tambor se hallaba el cuerpo desnudo y sin vida (a causa de los golpetazos que se habría dado en el traqueteo de vuelta, pensaba yo) del filósofo temporero centrífugo. Al ver esto, el ferretero de Navalcordero cerró su puño derecho y zaska. Inconsciente que me quedó. Desperté en comisaría.

Lo primero que hice fue preguntar la hora. Ya eran las 14:30 pasadas y no había repartido aún nada. Bueno sí, una hormigonera con un muerto dentro, anda que...

El asunto se aclaró rápido. Para empezar, el centrífugo no estaba muerto, simplemente había perdido el conocimiento. Al volver en sí, por lo visto, se fue corriendo sin decir palabra. El caso, por extraño y casi ridículo, se archivó y a mi me dejaron libre. De nuevo al volante. Próximo objetivo laboral : entregar 15 cajas de alcayatas , 10 de puntas, 5 martillos, dos palas y dos picos en la ferretería de Casalatranca.

Al intentar activar el GP ese , entro por segunda vez en el "Tramo de concentración de despistes" y como es lógico ,o al menos previsible, me vuelvo a perder.

Aparezco, maldita sea mi estampa, en el campamento de temporeros otra vez.

(Lamento escribir esto, estaréis hartos de los temporeros y de tanta concentración de despistes pero es que sucedió así, además, el título del relato de éste suceso lo dice todo: no tiene el mas mínimo interés. De hecho he titulado la historia así para que no esperéis mucho de ella, sólo la verdad y nada mas que la verdad. El caso es que, una vez empezada y con vuestro permiso, la voy a acabar).

Zarrapástroso estaba sentado en una piedra leyendo un periódico amarillento que debía ser del año pasado. Levantó la vista y dijo "Que no escape!".

Los demás me rodearon, me sacaron de la furgoneta a la fuerza, pero sin agresividad, y me ataron de pies y manos a un antiguo poste de la luz que tenían ellos clavado al suelo en el centro del campamento, estilo indio, como los indios, vamos.

Pregunté la hora: eran ya las 16 y pico.

Los filósofos, sin cortarse un pelo, vaciaron mi vehículo comercial, una vez vacío, se les antojó desguazarlo pieza por pieza.

Empecé a pensar en otros posibles trabajos de cara al futuro.

Zarrapástroso, viendo que una lágrima mía cayó en la arena, se acercó a mí. Pero antes de seguir con "la acción" (no se porqué la entrecomillo porque es realmente trepidante) os voy a describir a éste grupo humano al que desde el principio he llamado Filósofos temporeros. Ya que os estoy dando la lata con ellos, por lo menos que sepáis cómo eran en realidad, que después cada uno se piensa lo que quiere y de eso nada, oye, ellos son como son, todo lo demás es imaginar por imaginar.

A ver, se trataba de un grupo de unos 18 o 20 hombres adultos, no viejos pero sí envejecidos, polvorientos, vestidos con trozos de camisas y trozos de pantalón, calvos, con barba, ojerosos, alegres por momentos pero con caras de pena, reflexivos pero borregos, obedeciendo y siguiendo siempre al líder, Zarrapástroso, que en nada se diferenciaba de los demás, salvo en la estatura,pues era el más alto.

Todos éstos individuos tenían en común el ser hombres separados de larga duración. Separados, víctimas de robo a mano armada por sus exparejas y condenados por la justicia a renunciar a sus hijos, a sus casas, a sus sueldos y a sus ganas de vivir. Ésta  experiencia, vivida por todos, les unió y , como no tenían nada que perder, decidieron varios años atrás abandonar la ciudad en grupo llevándose lo poco que tenían (unas tiendas de campaña, sacos de dormir, 4 hornillos, 3 cacerolas y una caja de cerillas) para irse a sobrevivir al campo, a tomar por culo. Una vez allí, se les empezó a ir un poco la cabeza, comían poco, bebían mas de la cuenta, pasaban muchas horas bajo el sol...y nació entre ellos un Gurú, Zacarías, al que llamaron Zarrapástroso a partir del día en el que se cayó en un charco apestoso persiguiendo a un cerdo en pleno ataque de hambre. Desde entonces, no se volvió a lavar. El método de subsistencia de éste grupo humano, la base de su economía por así llamarlo, era el rebusco y la rapiña. Si la madre natura les ponía al alcance de la mano unos tomates, comían tomates, pero si se les acercaba -pongamos por caso- un turista o un despistado como yo, lo desvalijaban in situ e ipso facto. (IN SITU e IPSO FACTO, buen nombre para una pareja de humoristas Romanos del siglo I, ¿Verdad?. Igual existieron y todo). En fin, a lo que iba.

Al ver que una lágrima mía cayó en la arena, Zarrapástroso se acercó a mí y me dijo "¿Sería molestia por tu parte servirnos de comida?". Me imaginé enseguida como un pollo de la feria, dando vueltas sobre el fuego ensartado en una barra metálica. Mi respuesta fue muy Harry, un cabezazo seco y contundente en su frente con el que hice desplomarse al gurú sobre el suelo. El resto, atareados en el desguace de la furgoneta, no se dieron cuenta. Aproveché para desanudarme las manos y los pies (me habían hecho un simple nudo de zapato) y una vez liberado me largué de allí con viento fresco. Ya en la carretera hice dedo. Tuve suerte, al rato me cogió una mujer. Ésta mujer resultó ser la ex-esposa de Zacarías (el Zarrapástroso), que andaba buscando el campamento para hallar a su marido y entregarle la invitación de la comunión del hijo menor de ambos. Ella pensó al verme en la carretera que yo era uno de esos "perdidos", por eso me cogió que si no...

 Para no acabar de nuevo en el campamento y que me llevase a casa, le dije que los había visto el día anterior camino de la ciudad a la que me convenía volver de una puñetera vez.

Y llegué a las 19 horas clavadas. A esa hora llamé a mi jefe, le conté la situación y me dejó sordo el oído derecho. Después colgué y me tiré en la cama deseando soñar con algo NORMAL antes de volver a enfrentarme ,al día siguiente, con la dura realidad.

(Soñé con una gran Hormigonera Azul y desperté con cierto sabor a cemento en los labios).


Chimpún.