Los otros.

domingo, 19 de julio de 2015

STEFFAN Y EL GENIO DE LA TETERA.

Steffan, un joven alemán, cansado de sentirse como una llave inglesa ( no por la nacionalidad atribuida a la llave sino por el valor exclusivamente funcional de la herramienta, siempre al servicio de su patria) se fue de vacaciones a la India.

Consciente de su cuadriculada forma de pensar y actuar, y hastiado por ello igualmente, decidió ese destino con la intención de ablandar sus sesos, relajar sus músculos , descubrir las formas redondas, los pensamientos ondulantes, la dilatación del tiempo, el placer del instante, la grandeza de lo inútil, su lado espiritual...

Pero entró con mal pié en el místico país, nada mas coger el coche que alquiló al bajar del avión atropelló a una vaca sagrada.

Al presenciar éste sacrilegio, una mujer con dos dientes empezó a lanzarle piedras, un hombre sin piernas le mordió los tobillos , una pandilla de niños con barba le zarandeó el coche y un  anciano desnudo, con picha de burro, lo maldijo rebuznando mantras maliciosos.

Steffan cogió su mochila, abandonó el coche y se internó en la selva mas próxima .

Tras media hora corriendo montaña arriba sin parar, que se dice pronto, hizo una pausa para coger aliento.

Al hacerlo se dio cuenta de que no estaba solo. A cinco metros de él, sobre una roca, se hallaba un joven indio (de su misma edad, unos 29 años) cubierto tan sólo con el típico taparrabos que parece un pañal de bebé, un bebé cagado. En las manos tenía una tablet rota  con la que simulaba trabajar y en los pies un balón de futbol, al que daba pataditas con ambas piernas y gran habilidad sin que tocase el suelo.

El joven indio, de nombre Benengeli, percibiendo claramente el olor de la colonia de Steffan (en contraste con el suyo propio, que era selvático con retrogusto a estercolero) levantó la mirada y lo vio.  Este encuentro entre los dos fue mágico.

Tras haberse presentado, Steffan mostró su interés por los valores espirituales de la vida india, habló de la necesidad que tenía de alimentar su alma  y de su inquietud por el Budismo y el tema de la meditación. Así mismo, Benengeli se confesó admirador del sistema capitalista Europeo, declarando que su sueño era vivir stressado, trabajando para consumir y consumiendo porque sí;  y que nada le haría mas feliz que ver una final de la champions .

Visto lo visto y dicho lo dicho, los dos pensaron lo mismo: Si tú me enseñas los secretos de tu cultura yo te enseñaré los de la mía.

Enseguida se pusieron de acuerdo. El alemán quería sentirse indio ,aunque sólo fuese por 15 días, y el indio alemán. En éste periodo de tiempo podrían saborear esa otra cultura que les fascinaba. Para empezar  intercambiaron sus ropas y sus pertenencias. Steffan se quedó con el taparrabos (la tablet y el balón no le interesaron) . Benengeli se apropió de todo lo demás: Botas de trekking alta calidad, calcetines térmicos, calzoncillos de alta montaña, pantalón multiaventura, camisa de once varas, gafas de sol termosolares, una gorra con aire acondicionado, mochila marca "Sargento Requena" , un Iphone 6,su cargador, más ropa, tarjeta de crétido y DNI, 600 euros en efectivo, una botella de agua mineral casi llena, galletas energéticas, una caja de condones y una guía del trotamundos sobre la India (de esto último, Benengeli se deshizo enseguida).

Seguidamente , habiéndolo echado a suertes con el pito pito gorgorito, Steffan empezaría impartiendo su master intensivo sobre cómo stressarse y vivir a diario agobiado y preocupado a la manera urbana Europea.

Le aconsejó a Benengeli, entre otras muchas cosas, no estar contento nunca bajo ningún concepto, querer siempre mas, despreciar a los demás, estar pendiente continuamente de las ofertas del mercado y desearlas todas, de tal manera que la frustración, mas tarde que temprano, habría de hacer meya (y hasta grieta) en él.

A Benengeli le satisficieron enormemente éstas enseñanzas. Por su parte, llegando el turno de impartir su master acerca de los valores espirituales indios, aconsejó a Steffan todo lo contrario:  No desear nada,  no esperar nada, disfrutar el momento (porque en la India es lo que mas abunda), no pensar (como las vacas sagradas), vivir del aire (y en casos extremos de la caridad) y hacer de tripas corazón en los malos momentos, que serían muchos y morrocotudos.

Además de éstos consejos Benengeli le enseñó, de propina, una técnica para practicar la meditación, dominar su mente y espantar al deseo, manantial diabólico de donde salen todos los sufrimientos, según la creencia Budista.

La técnica era la siguiente:  Subirse a la cima de la montaña, sentarse mirando al horizonte con un palo en la mano y quedarse en blanco el máximo tiempo posible. En el momento en el que se cruzase por la cabeza un "tengo sueño" o un  "se me han dormido las piernas" o un "tengo hambre" o un "qué calentura tengo"...darse un mamporrazo con el palo en toda la cabeza. Al principio duele (y al final también) pero poco a poco el cerebro aprende a asociar el Deseo con ese dolor y empieza a ser menos pejiguera, a no quejarse tanto y a meditar, coño, que de eso es de lo que se trata.

Tras el intercambio de sabidurías y consejos culturales Steffan y Benengeli se despidieron.

 Steffan subió a la cima de la montaña con aire penitente y Benengeli corrió a la ciudad para hacer uso de los billetes de Steffan con alegría y desenfado.


Una vez en lo alto, ya con un palo en la mano, Steffan se sentó en el suelo, miró el horizonte, trató de quedarse en blanco y lo consiguió durante 17 segundos que le supieron a gloria, transcurrido este espacio de tiempo cruzó por su mente la imagen de una salchicha cocida. Horror. Se dio un mamporrazo. Siguió meditando, 11 segundos mas de concentración en la nada, después otro pensamiento, el cuerpo desnudo de la azafata de vuelo morena que le había puesto cachondo en el avión. Horror. Otro mamporrazo. Seis segundos mas de meditación, otro deseo, una gran salchicha serpenteando por el cuerpo desnudo de la azafata morena. Horror, Horror. Dos mamporrazos seguidos. Steffan se tambalea pero , menudos es, sigue con la meditación. Tres segundos mas en blanco, tres segundos en los que cree dar la mano a San Pablo, el que tiene las llaves del cielo, sin embargo su mente europea es un caballo loco y vuelve a enturbiar su armonía con otro deseo, otro pensamiento, otra imagen, ésta vez la de un wolsvagen Polo hecho de carne maciza estrellándose con un camión amarillo lleno de cerveza. Horripilante. Cinco mamporrazos seguidos. Steffan cae al suelo, medio inconsciente, atontado, con la cabeza bollada. Intenta levantarse, lo consigue a duras penas, pierde el equilibrio varias veces, cae y vuelve a levantarse, baja por la montaña haciendo un slalom sin control. Por el camino se topa con una tetera herrumbrosa a la que sin querer, pues se mueve como un pelele, da una patada.

De la tetera sale un genio, un genio y figura hasta la sepultura que en aquel momento aparece mostrando su gran estatura: Una especie de mister Proper gigante, un Don Limpio enorme vestido con mono de cuero negro, calvo, musculado...¿gay quizás?, ¿a quién le importa?. Suelta una gran carcajada al saberse por fin liberado. Acto seguido espabila de un soplo descomunal a Steffan, que abre los ojos y alucina.


El genio le hace saber que por haberle liberado le concede tres deseos. Steffan, al verlo grande y calvo, lo confunde con Buda y se coloca junto a él para hacerse un selfie, pero en ese momento recuerda que ya no tiene su IPhone 6. El Genio le sopla de nuevo para despertarlo del todo arrojándolo a un bebedero de macacos. Después le repite lo de los tres deseos.

Steffan, saliendo del charco, cree volver en sí y recordando los preceptos de su nueva creencia le dice "aparta de mí, no deseo nada" y se pone a buscar un palo con el que darse en la cabeza. El genio, convencido de que le ha liberado un auténtico merluzo, se refiere a él con éstas palabras " Mira imbécil, no soy una alucinación, soy un genio de verdad y estoy obligado a concederte tres deseos por haberme liberado, de lo contrario volveré al interior de la tetera, ¿te enteras o te tengo que soplar 50 veces, mamarracho?". Steffan se hizo cargo de la situación.

Entonces pensó. Después le dijo al genio "quiero tres deseos en uno, vamos, que es un mismo deseo pero tiene tres particularidades", "corta el rollo, adelante" le dijo el genio.

Quiero no ser como soy

tampoco quiero ser como los demás

y quiero ser feliz.


Deseos concedidos, le dijo el genio.

Y lo convirtió en piedra.


Mientras tanto, Benengeli sacaba ,con la tarjeta de Steffan, un billete de avión para Ibiza. Sólo de ida.

Allí ya se pondría de vuelta y media.




 

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