Los otros.

domingo, 19 de octubre de 2014

BUENAS INTENCIONES. Tercera parte y final.

Sin pensarlo dos veces mas de las que ya lo había pensado,me senté a su lado. Ella me miró con cierto desprecio, creo recordar, y sibilinamente se apartó un poco arrastrando su trasero sobre el banco metálico de la parada de autobús.

En ese momento quise contarle la verdad, que era yo el que había entrado horas antes en la asesoría para pedir un vaso de agua y que accidentalmente leí uno de sus posits, concretamente el que decía "Acabar con todo de una vez", y que ese mensaje me había puesto en alerta,¿tenía motivos para temer por su vida?, quise haberle preguntado. En lugar de eso, le pregunté "¿ha pasado ya el número 7?. Y me dijo "no lo se". "¿Y el 21?", "¿y el 15?","¿y el 17?"...así hasta interesarme por todos los autobuses de línea del número 1 al 25. En total, 25 preguntas que le hice para ganar tiempo hasta reunir el valor suficiente como para ir directo al grano, al mejunje de la situación, al tema de enjundia, al caso que me había arrastrado hasta allí. Y ella tuvo suma paciencia conmigo, he de admitir, pues  respondió con un "no lo se" , tal vez esquivo, a todas mis cuestiones. Por fin me lancé a preguntarle si se quería suicidar o no, pero al abrir la boca para hacerlo llegó el autobús que ella estaba esperando (el número 37) y se levantó para subir a él como un rayo. No podía quedarme allí, así pues subí yo también a éste simpático transporte público.  Como seguía con los bolsillos "bohemios" le dije al conductor que me dejase pasar sin pagar porque se trataba de una urgencia, iba al hospital porque mi mujer estaba dando a luz . El conductor me dijo secamente que ese autobús no pasaba por ningún hospital y por un segundo, eterno, se me puso cara de bobo. Reaccioné acto seguido brillantemente susurrándole al oído con voz de viejo lobo de mar "soy un secreta, estoy en una misión de alto riesgo. Déjeme pasar ahora mismo y no llame mas la atención". Entonces, el tío cabezón, me pidió que le enseñase la placa. Nuevamente cara de bobo. Nueva reacción. Hurgué en los bolsillos interiores de la chaqueta de aquel traje de las monjitas y ¿qué hallé?, un carné de pesca de los años 70 !!. Se lo enseñé con firmeza al conductor y picó el anzuelo, nunca mejor dicho.  Logré así, de ésta manera, colarme en el bus .

El problema que surgió inmediatamente después es que la mujer me miraba como aterrorizada, sin duda pensó que era una especie de violador, un fanático, un pervertido o algo así.  Aquellas gafas de aumento sobre mis ojos, ya de por sí saltones, debían darme un aspecto cuando menos feroz. El asunto se complicaba , ¿cómo iba a confraternizar con ella si mi sola presencia le provocaba pánico?.

Tras cuarenta minutos de trayecto y ocho paradas, llegó la suya. Ella bajó corriendo , yo le seguí al trote.  Estábamos en una urbanización, a las afueras de la ciudad. Ella corría y corría, yo no tuve mas remedio que correr también y, viendo ésto, la mujer empezó a gritar socorro, pidiendo ayuda. Menos mal que no había nadie por la calle.

La suerte quiso sonreirme , la suicida en potencia resbaló y cayó de boca al suelo, dejando de gritar. Entonces, por fin, me acerqué a ella, me quité las malditas gafas y le dije "¿por qué has escrito un posit que dice "acabar con todo de una vez"?,¿te quieres quitar la vida?. No lo hagas, estoy aquí para ayudarte".

Y ella, que se llama Laura y hoy día es mi mujer, se echó a reír y no paró de hacerlo en un buen rato. Después, cuando se quedó bien a gusto, me dijo "¿por eso me llevas siguiendo todo el día, porque leíste ese posit?", "Si", le contesté. "No sé quien eres pero estás loco, escribí eso porque estoy harta de trabajar en esa asesoría. Quiero dejarlo y dar la vuelta al mundo, algo que siempre he querido hacer, pero no me atrevo, nunca me atrevo a  acabar con todo de una vez"."Y por qué llorabas tanto en el restaurante cochambroso?" quise saber, "cuando me llega la regla me da por deprimirme" me dijo, "Entonces, ¿no quieres suicidarte?", le volví a preguntar. "No, en absoluto,¿estás decepcionado o qué?" me dijo ella . "No, me alegro mucho". Después de aquel diálogo me preguntó mi nombre, me dijo que se llamaba Laura, le ayudé a incorporarse y me invitó a cenar a su casa.

Y desde esa casa, la suya (que ahora es también un poco mía) escribo ésto, porque aquí me quedé a vivir desde entonces. Laura se enamoró de mí, lo cual me pareció genial porque yo ya lo estaba de ella, casi sin saberlo . El primer año juntos fue maravilloso, dimos la vuelta al mundo. Después nos casamos por el rito Hindú, a ella le hacía ilusión. Y mas tarde, paulatinamente, nuestra convivencia pasó de ser maravillosa a ser simplemente estupenda, de estupenda a agradable, de agradable a cómoda, de cómoda a aburrida y de aburrida, en éstos últimos largos meses, a insoportable.  Por eso decía al principio de ésta historia que no se si hubiese sido mejor no haberme fijado en aquel posit.

Quizá ahora tenga que ser yo el que deba acabar con todo de una vez, y empezar de nuevo.

Echo de menos aquella vida de perro callejero que llevaba entonces.

BUENAS INTENCIONES. Segunda parte .

Me escondí en una esquina que daba a la calle donde estaba la Asesoría en la que trabajaba la mujer en cuestión. Eran las 14,55 ya. De repente me dí cuenta de que, a pesar de llevar un vestuario totalmente distinto al que tenía puesto cuando ella me vio, mi cara era exactamente la misma y por tanto podría reconocerme.Mi rostro no es que sea espantoso,ni mucho menos, pero suele ser bastante llamativo debido a mis grandes ojos; no en vano, los que me conocen de vista me llaman "el de los ojos saltones" (lo se porque tengo un oído muy fino, y eso que acumulo en ellos mas cerumen del que puede haber en el museo de cera de Barcelona).  Por suerte, hurgando en los bolsillos del traje marrón a rayas blancas (y olor añejo a bolitas de naftalina) encontré unas gafas de pasta , también marrones, con unos cristales del grosor de un culo de botella, como se suele decir. Me los puse sin dilación para no ser reconocido por la mujer a la que iba a perseguir y ,treinta segundos después, me dio tal mareo que tuve que agarrarme a algo que pasó a mi lado (resultando ser un carrito de bebé) para no caer al suelo. Los padres del bebé, en cuyo carrito me desplomé abruptamente hasta la cintura,reaccionaron rápidamente propinándome toda clase de golpetazos hasta que logré quitarme las gafas y explicarles el por qué de aquel tropiezo tan tonto. Estando en ésto, vi pasar calle abajo por la cera de enfrente a la mujer que estaba esperando, así pues me largué de allí con viento fresco, siendo insultado a voces por los padres aún cabreados, mostrando con ello poca fe en mi explicación.Sin andarme con remilgos,  me puse las gafas de nuevo para cruzar la calle y seguir a la suicida en potencia que , al escuchar las voces que contra mí se proferían, miró para atrás, como cualquier otro ciudadano morboso, para ver qué pasaba. Menos mal que tropecé al cruzar la calle contra uno de los coches que estaban aparcados - con esas gafas lo veía todo distorsionado !!-  al agacharme,por el dolor, conseguí accidentalmente que ella no me viese. 

Ella siguió caminando y yo seguí sus pasos, aunque me costó mas de lo previsto, pues hasta acostumbrarme, mas o menos, a la visión de aquellas horribles gafas, iba dándome contra las farolas y todo tipo de objetos sin identificar, móviles y estáticos.

Por fin llegó al sitio donde se dirigía, un café-restaurante normalito tirando a cochambroso donde servían menú y platos combinados. Ella se sentó en una mesa y yo me acodé en la barra. Ella pidió menú, yo , como no tenía mas que bolas de naftalina en los bolsillos, solicité un vaso de agua.  Le observaba atentamente mientras hacía como que leía un número manoseado de la revista "Muy Deprimente" que se hallaba en la esquina de la barra. 

A ella le llegó el primer plato, un triste revuelto de la casa. Al verlo, no se si por ello, se echó a llorar comedida pero perceptiblemente (parapetado tras la revista, me quité las gafas para no perder detalle).Después se repuso y se comió el revueltillo con desgana, mirando al infinito. Le sirvieron el segundo plato, un miserable huevo frito y tres salchichas anoréxicas, acompañado de una hoja de laurel a modo de adorno culinario vanguardista. Ésta vez se le saltaron las lágrimas. Estuve a punto de intervenir con la excusa del consuelo, pero me dije a mí mismo "tate" y le seguí observando a la espera del momento mas oportuno para interferir en su vida, ahora que parecía haber llegado a un callejón sin salida.

Con el postre, un melocotón en almíbar servido en un cuenco de barro, y que le supo a aceituna machada (como ella misma dijo al protestar después de probarlo) se le cayeron los palos del sembrajo, se vino abajo, la cabeza gacha sostenida por sus manos, que tapaban su rostro deformado por el llanto y la penuria. 

Tras protestar por el sabor a aceitunas machadas de su melocotón en almíbar pidió la cuenta y se marchó. Nadie en el restaurante, salvo un servidor, se dio cuenta de la pena que arrastraba ésta mujer. Los demás, tres clientes sueltos y dos camareros aburridos,no dejaron de mirar en ningún momento la pantalla de televisión, enganchados a los resultados de la champion leage. Saliendo tras ella de aquel lugar me pregunté cómo es que ninguno de los presentes,machos rancios todos, había mirado a la mujer, no ya con compasión, sino con deseo varonil, pues ya digo que ella...en fin, estaba de buen ver. La única explicación convincente que encontré es que ella debía ir habitualmente a ese lugar a comer (y a deprimirse) y ya la tenían muy vista, o la tenían por loca y la esquivaban, o la ignoraban por alguna otra razón. Estando en éstas reflexiones detectivescas  choqué aparatosamente contra un kiosco de prensa, pues llevaba de nuevo las gafotas puestas. Decidí entonces, por el bien y la unidad de mis huesos, no reflexionar tanto y estar mas atento a lo que tenía que estar.  

La mujer se  sentó en una parada de autobús, eran ya casi las 17h. y la calle estaba poco concurrida. Me senté a su lado. Había llegado la hora de entrar en acción.De saber la verdad, de salvarle la vida o, por contra, dejar de perder el tiempo.


BUENAS INTENCIONES. Primera parte.

Hace ya dos años y seis meses que hice aquello, fue una buena acción, muy buena, pero a veces...no se, pienso que hoy día sería mas feliz si mi curiosidad no se hubiese posado casualmente sobre la nota escrita en aquel posit.

Sucedió una mañana de Abril . Llevaba andando a paso ligero  mas de dos horas , necesitaba estirar las piernas ( la noche anterior había dormido sentado en un foto-matón) y tenía una sed terrible. Como beber de las fuentes públicas me da asco y en los bares corro peligro, entré en el primer portal que encontré abierto.Resultó ser una asesoría. En la oficina había tres mujeres que, al pedirles tal favor, se miraron unas a otras como diciendo "¿qué dice éste tío?" así es que insistí "¿podrían ofrecerme un vaso de agua,por favor?.Tengo mucha sed". Una de ellas, la que tenía mas cerca, se levantó , me dijo "claro, espérese un momento" y salió por una puerta que había al fondo. Las otras dos me miraron de arriba a bajo sin disimulo. Por unos instantes me sentí un hombre florero,sensación que me gustó pero, poco acostumbrado a ser objeto de las miradas , que yo juzgué como "picaronas", de las mujeres, me sentí algo tenso. Para romper el hielo, se me ocurrió decir "en Abril, aguas mil". Acto seguido, las dos mujeres, sentadas frente a sus ordenadores, se miraron y reprimiendo lo que se anunciaba como una carcajada a mi costa, bajaron sus cabezas y aparentaron teclear algo. En ese momento, por no quedarme tieso como una estatua, me acerqué a la mesa de la mujer que había ido a por un vaso de agua para mí. Me fijé en la pantalla de su ordenador, la tenía rodeada de posits amarillos de distintos tamaños. Me dio tiempo a leer tres, en uno ponía " Gallina en pepitoria en you tube", en otro "entregar informe completo" y en la tercera, para mi sorpresa, se podía leer:

 " Acabar con todo de una vez". 

En ese momento, la presunta autora de las notas volvió con mi vaso de agua. "Aquí lo tiene" me dijo, alargándome su brazo derecho para entregármelo (el vaso, no el brazo). Como en aquel momento me hallaba yo un tanto cortocircuitado por lo que acababa de leer, calibré mal la distancia y al intentar coger el vaso se lo tiré encima de un zarpazo, mojándole la camisa blanca que llevaba, que al momento se volvió transparente dejando ver su generoso escote, bello y frondoso como un valle Asturiano, pero sin vacas. No recuerdo  si le dije "lo siento", lo que tengo claro es que se me escapó un inoportuno "virgen Santísima" y que seis ojos me miraron inquisitivamente justo antes de salir de aquella oficina con la misma sed que antes.  Ya en la calle, me dirigí a un paseo cercano y me senté en un banco a reflexionar sobre lo sucedido. Durante la primera media hora me costó centrarme en lo importante, es decir, en el posit que ponía " Acabar con todo de una vez", y es que la imagen de aquel escote me asaltaba impertinentemente, sin pedirme permiso, como la publicidad en internet. Me costó centrarme, como digo, pero por fín (prometiéndome a mí mismo solucionar aquella calentura esa misma noche en el foto-matón) logré controlar mis pensamientos y analicé la cuestión monologando interiormente tal que así:

 ¿La mujer que me dio el vaso de agua  querrá suicidarse?."Acabar con todo de una vez" puede significar mil cosas pero entre ellas significa también quitarse la vida. La historia está llena de ejemplos de personas que antes de suicidarse dejaron mensajes de despedida aparentemente insignificantes que los demás no supieron comprender y que por tanto no tuvieron la ocasión de remediar...sin embargo, si éste fuese un mensaje de despedida, yo si lo entiendo!. ¿Por qué  lo escribirá en un posit a la vista de cualquiera?...¿es sólo una llamada de socorro?,¿una súplica de cariño desesperada?...¿se trata de una broma quizá?,¿es un chiste que, como la mayoría de los chistes, no entiendo?...¿le falla a ésta mujer la memoria y tiene que recordarse continuamente que quiere acabar con su vida?... o ...¿se trata de una persona tan organizada que hasta su muerte la quiere tener controlada?; ¿el posit será reciente o tal vez halla caducado su mensaje y se halla disipado su intención?,¿por qué querrá acabar con todo ?,¿se atreverá a hacerlo de verdad? no sé por dentro pero por fuera se le veía estupenda, alta, con el pelo castaño claro, limpio y brillante,rostro fino y elegante, ojos color miel, en la flor de la vida (a punto de marchitarse pues podría tener unos 39 años ) y un  cuerpo...bueno, mejor no pensar en su cuerpo que me descentro. Un cuerpazo!!. Eso sí, su mirada era triste. Ese dato es importante, la mirada triste. Aunque tal vez no era tristeza, era sólo que no le gustaba lo que veía, que era yo , vestido con un chandall rosa que debió pertenecer a una niña de 11 años antes de caer en mis manos. Y ahora que caigo, por eso se debieron reír sus dos compañeras, a decir verdad no me queda nada bien éste chándall. Sus miradas al fijarse en mí, que yo juzgé como picaronas, eran mas bien de mofa, claro. (por cierto, he de ir donde las monjas a que me den un atuendo mas adecuado a mi cuerpo. Y hablando de cuerpo...qué cuerpazo tenía la presunta suicida!!...no,no, que me descentro). ¿Y si era tristeza y lo que ha escrito en el posit es cierto y ésta noche decide quitarse la vida?, tendría que impedirlo, ella me ha dado un vaso de agua, y aunque no me lo hubiese dado.Qué cuerpazo!!...no,no. ¿Qué hago?. Si, esperaré a que salga de la oficina, seguro que sale a las tres (qué escote!!) entonces la seguiré a todas partes (y le miraré el culo) vigilaré sus movimientos (todos, todos) y si veo algo extraño...ya se me ocurrirá algo . Si, eso voy a hacer. Pero antes he de solucionar ésta calentura, si no lo hago no me dejará pensar con claridad.

Tras éste monólogo reflexivo, pedí la hora a alguien que pasaba, como eran las 12 del medio día aún, me levanté del banco con la intención de ir donde las monjas para mejorar mi imagen, al hacerlo, oí el "raaas" que hace (aproximadamente) la ropa cuando se rasga (de ahí lo de "raas", de rasgar) y es que el banco estaba recién pintado y la parte del pantalón del chandall que cubre lo que viene a ser el culo, se me quedó en el asiento pegada, quedando mi calzoncillo enteramente al  descubierto. Tras éste chasco, y aún sediento, corrí como una liebre en pos del convento de las Hermanitas de la Caridad. 

A las 14,30 de la tarde ya estaba yo duchado, comido, bebido (en el mineral sentido de la palabra), descargado (sin calentura) y bien vestido, con un traje marrón a rayas blancas - tal vez algo antiguo y una migina estrecho - camisa naranja - que no planché por las prisas-, corbata plateada - sin pega ninguna- medias azules de futbolista y sandalias de cuero, como las que llevaba Fray Perico (el de su borrico). Vamos, hecho un pincel, y dispuesto a salvar la vida en peligro de aquella mujer que me había dado un vaso de agua.