Los otros.

sábado, 30 de marzo de 2013

A 45.000 Kilómetros/hora.

Hoy, 30 de Marzo de 2013,casi 44 años después de todo aquello,creo que el mundo está preparado para saberlo.

A bordo del Apolo 11 no sólo fueron el comandante Neil A. Armstrong y sus dos compañeros astronautas Edwin y Michael Collins. A la Luna también llegó una servidora.

Mi nombre es Maria del Mar,conocida en el mundo del circo con el apodo de "Plastilina".


Toda mi vida la he dedicado al flexible arte del contorsionismo,hasta hace diez años exactamente.

 Tal día como hoy,intentando meter mi cuerpo en una caja de zapatos ,número central de mi antiguo espectáculo, me sobrevino un fuerte dolor de lumbago que me quedó en el sitio tiesa.Tuvieron que sacarme de escena como a una estatua.Qué dolor y qué ridículo.Me di cuenta en ese momento que ya no tenía edad para tales menesteres y me jubilé. Tenía 65 años entonces.

Hoy,como digo, sentada en mi mecedora y balanceándome en el mar de la achacosa serenidad, confieso que he sido la primera mujer (y hasta la fecha,la única) en pisar la Luna.

En el 69 andaba yo por América del norte de gira con el circo "Wonderful". De wonderful tenía poco,pero gracias a él conocí un montón de sitios preciosos allá en el rancho grande. 

El destino quiso que durante la última función que hicimos en Florida se escapase uno de los tigres albinos.Manso pero hambriento le dio un mordisco a una señora sentada en la primera fila arrancándole media pierna como si fuese un muslito de pollo. El caos se adueñó de la carpa.Hubo gritos,golpes,avalancha,sirenas,ambulancia,bomberos...policía.

 Aquello supuso nuestra ruina. Cada uno acabó como pudo, el domador en la cárcel,el director en la indigencia,los malabaristas de extras en películas de tarzán y los payasos en alcohólicos anónimos.

En cuanto a mí, escapé a lomos de la cebra "Chacha Mari" llegando al Cabo Kennedy. Fue allí donde divisé el tinglado de la Nasa. 

Tenía miedo de que me buscasen y acabar en la cárcel también yo,así pues , concediendo la libertad a "Chacha Mari" de una patada en el culo, me interné en la base espacial con el sigilo y la discreción de una  serpiente, sin saber aún qué podía ser aquello. Lo único que tenía claro es que  había una especie de avión sin alas apunto de despegar . Como  quería huir lejos de allí , me las apañé para introducirme en la nave Apolo 11 utilizando,cómo no, mi cuerpo de plastilina. 

Logré sin problemas acoplarme en el interior del casco del comandante Armstrong (bien dotado de tarra,por cierto) justo antes de que entrasen en la nave,aprovechando que estaban todos muy concentrados en escuchar el himno nacional y en admirar su bandera. Una vez dentro, y antes de que se pusiese el casco, me metí en un armario donde había latas de conserva.Tuve suerte hasta para eso.

El viaje fue largo e incómodo, eso he de admitirlo, 5 días metida en un cajón de 70 centímetros de ancho por 50 de fondo no se lo recomiendo a nadie que mida al menos 1,75,como era mi caso. Pero al borde del colapso (y el asco,porque todo me lo hacía encima) noté cómo aterrizábamos en algún sitio. No tardaría mucho tiempo en darme cuenta de que aquel sitio no era ni mas ni menos que la Luna. Hoy día lo pienso y aún digo para mí misma "te cagas!".

La maniobra de aparcamiento no fue muy sutil, me dio la sensación de estar en el maletero de un coche conducido por un borracho intentando aparcar en un hueco justo,chocando una y otra vez con el de atrás y el de delante (bufff,qué mal lo pasé),pero al fin aterrizamos.


Como todo el mundo sabe fue Armstrong el primero en poner el pié sobre la superficie lunar,pero es falso que dijese eso de "un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad",que va, en su lugar dijo "qué asco de arena,es negra,viscosa y pestilente,me voy a poner perdido!". Armstrong es que era un poco coqueto,la verdad. Después pisó la Luna Edwin y acto seguido Michael Collins. Los tres estaban boquiabiertos,emocionados,sabiéndose protagonistas de un momento histórico y espectacular, experiencia jamas vivida anteriormente por ser humano alguno;pero cuando fliparon de verdad fue al verme salir de la nave.

 A mí se me escapó un "joder!" porque me puse a flotar. Menos mal que Collins reaccionó rápido y me agarró por una pierna para que no me escapase como un globo con helio. Tras sus enormes cascos de motoristas del espacio se les podía ver el gesto de pasmo y alucinación. En un principio pensaron que yo era un alien, un extraterrestre, pues aún llevaba puesto mi traje de contorsionista circense, un mono de licra color dorado brillante ajustadísimo al cuerpo, con las correspondientes manchas del viaje,eso sí (olor a parte).

Pero no tuve tiempo en aquel instante de darles ninguna explicación,me quedaba sin aire y tuvieron que asistirme con sus equipos.Eran los tres buena gente, también tengo que decirlo.

En esas estábamos cuando apareció, ahora sí, un objeto luminoso suspendido en el "aire" (lo pongo entre comillas porque allí no hay aire) a unos 500 metros de nosotros. 

No estábamos solos en la Luna. Bajo el  objeto luminoso pudimos ver unos seres con forma de ranas gigantes que parecían estar sembrando tomates en la arena ,efectivamente grisácea, viscosa y asquerosilla de la Luna (ahora mismo no sé por qué me dio esa impresión,la de que sembraban tomates,pero la tuve y por algo sería).

No se nos podría  haber abierto la boca y subido las cejas más de lo que en ese momento se nos abrieron y subieron de admiración. A todo ésto, los de la Casa Blanca, con el presidente de los Estados Unidos Richard Nixon al habla y a la escucha, no paraba de ordenarles que me mandasen a hacer puñetas,que al objeto luminoso no le hiciesen caso y a las ranas aún menos, que grabasen la escenita de la bandera, diesen un paseíto rápido y ala, pa casa, señores.

Hubo entonces un tira y afloja en la tripulación. Edwin quería saludar a los "hombres rana sembradores de tomates", pero Armstrong, con un sentido patriótico muy fuerte, decía que había que obedecer órdenes, nada de contacto con bichos raros, pinchar el trapo de franjas y estrellas,grabarlo y salir pitando de allí. Michael Collins estaba entre pinto y Valdemoro. Mi opinión no contaba,pero me hubiese gustado saludar a los "Hombres rana sembradores de tomates",parecían sordos y cegatos (no daban muestras de habernos visto ni sentido) pero transmitían simpatía y,desde luego, despertaban la curiosidad. Al final se grabó la escena de la bandera ,que yo misma dirigí pues hablando un poco de todo allí sobre la Luna les dije que era artista.(cruelmente censurada,ya que en la grabación se cortó  un plano de los "hombres rana sembradores de tomates"al fondo dando saltos velozmente hacia nosotros,pues acababan de descrubirnos)

Despues nos metimos en la nave, dándole a los anfibios tomateros con la escotilla en las narices ( menuda imagen tienen que tener de nosotros!) y salimos de allí disparados.

 Eso fue todo lo que pasó allá arriba .

El punto positivo de la vuelta es que ya no lo tuve que hacer encerrada en el cajón, sino flotando libremente con los demás en la nave. Llegamos a alcanzar los 45.000 kilómetros hora!. Si,si, como lo digo, y sin guardia civil ni controles de por medio, lo que se dice a toda leche por el espacio,como unos macarras  siderales.

Les expliqué cómo logré colarme en el Apolo 11 y se mostraron comprensivos.Fue un bonito viaje de vuelta,lo pasamos bien los 4 juntos.Aun les recuerdo con cariño, Armstrong era muy testarudo,Edwin un cabra loca y Collins se enamoró de mí...tipos tan curiosos como mis compañeros del circo.

El mismísimo presidente Richard Nixon, ya en la Tierra, me ofreció una generosa cantidad de dinero si me comprometía a no decir nada a nadie con respecto a mi presencia en aquel viaje espacial;por supuesto, tampoco podría comentar nada acerca de "los bichos raros",como llamaba él a los hombres rana sembradores de tomates.

Acepté las condiciones y por eso he guardado silencio a lo largo de éstos 44 años,pero ahora que estoy jubilada,se me ha acabado el dinero ( que me sirvió para montar mi propio circo con una gran carpa Blanca) empieza a fallarme la memoria y tengo ganas de marcha...¿por qué no contarlo?.

 De polizón y por accidente, pero allí arriba estuve  y me siento orgullosa de ello.Si, yo he sido la primera y única mujer que ha pisado la Luna.







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