Los otros.

sábado, 23 de febrero de 2013

HELLO MATÓN. Tercera y última parte.


Orestes, el usurero prestamista,hacía la llamada desde su despacho.

El mismo despacho en el que, año y medio antes, entró Federico García Suárez solicitando un préstamo de 35.000 euros para montar su propio negocio: venta de coches de segunda mano.

Federico, harto de trabajar como comercial y arrastrar el culo por las carreteras de España y Portugal promoviendo y vendiendo todo tipo de productos y seguros ( seguros de vida,Vinos, seguros de coche,dulces caseros,seguros de vivienda,aceite de oliva,seguros laborales,jamón ibérico...) quería probar suerte como empresario.

Como ahorros tenía pocos y los bancos no le daban crédito tuvo que recurrir a Orestes,del que ya había oído hablar, y no muy bien, pero era el riesgo que tenía que correr. 

En definitiva,probó suerte y le salió rana,corrió el riesgo y cayó en la trampa.

 Año y medio después, la cantidad que le debía a Orestes era ya de 60.000 euros.El tanto por ciento de interés era siempre un misterio a favor del prestamista,hombre con mirada de hiena que coleccionaba billetes y repartía desgracias.

Federico había sido acosado los últimos seis meses con llamadas de madrugada,amenazas a él,a su mujer y a sus hijos,persecuciones, pintadas en la fachada de su casa,basura vertida sobre su coche,pinchazo en las ruedas,emails macabros y de mal gusto...

 No sabía qué hacer, no podía hacer frente a la deuda, estaba arruinado.

 Su mujer, Estefanía,profesora de yoga en un gimnasio,siempre optimista y paciente,comprensiva y dialogante, había caído en una crisis de ansiedad.Tuvo que dejar las clases: en vez de relajar al grupo, transmitía nervios e inseguridad.  Se quedó sin trabajo y cayó en una depresión.

Pero todo eso a Orestes le importaba una mierda, él sólo quería cobrar lo que prestó y sus altos intereses.Nunca supo conjugar el verbo comprender en primera persona.

Esperaba impaciente que le cogiese el móvil de una vez. 

"Aquí Esteban.Trabajo hecho",le dije nada mas ponerme el aparato sobre la oreja. "muy bien.Dile a Federico que mañana a las 15 horas alguien pasará por su casa a recoger el dinero en efectivo.Si no abre la puerta o no entrega el dinero, la próxima en recibir una paliza será su mujer". "de acuerdo, ahora mismo se lo digo". "en cuanto a ti" prosiguió diciendo Orestes " hazle una foto a Federico y ven a mi despacho. te daré lo tuyo cuando vea cómo ha quedado de guapo Federico","muy bien,en media hora estaré allí".Fin de llamada.

¿y ahora qué? nos preguntábamos en silencio Federico y yo.

No podía ir contra él, pudo haberme denunciado cuando entraron los Guardias Civiles y sin embargo cayó. Los dos estábamos ahora del mismo lado.

La situación era descolocante tanto para él como para mí.

Ambos habíamos llevado hasta entonces una vida más o menos normal, entendiendo como normal esa vida que no se salta las leyes y anda pastando siempre dentro del terreno de "lo sensato".

Ahora la vida pedía otra cosa de nosotros. 

Le ayudé a incorporarse y a entrar en el coche.

Dejamos aquel maldito lugar y conduje hasta llegar a un hospital.

 

Nos atendieron en urgencias.Dijimos que se había caído de las escaleras para abajo. Le pusieron un aparato de sujeción en la clavícula del hombro derecho y le escayolaron el brazo izquierdo. A mí, de paso, me pusieron una inyección para bajar el hinchazón de mi nariz,que la tenía ya como un zapato de payaso.

Nos tomamos un café después en la misma cafetería del hospital,allí Federico me puso al corriente de su desesperada situación. No podía seguir así.Le dejé mi móvil para que llamase por fin a Estefanía,su mujer.Le dijo que estaba bien,que no se preocupase,que pronto volvería a casa.Colgó diciendo que la quería mucho.

Se me ocurrió una idea. A Federico le pareció buena.

Media hora mas tarde estábamos subiendo en ascensor al despacho de Orestes.

El plan era muy sencillo,poco  intelectual.

 Nada más abrirme la puerta le empujé contra el suelo.Entramos los dos y le dí tal paliza al señor Orestes que no podía ni levantarse cuando paré de darle golpes. Tuve que sentarlo , colocándolo sobre una silla como a un muñeco o un borracho.

Federico se había acomodado tras la mesa de despacho que solía usar Orestes para recibir a sus presas.Mirando al magullado prestamista le dijo "señor Orestes, he contratado a Esteban,éste chico que ya conoce y que acaba de hacerle un masajito,para convencerle a usted de manera sutil y  me deje en paz de una vez"

"Estáis acabados" dijo Orestes sangrando por la nariz con la cabeza de lado y el cuerpo torcido. Federico y yo nos reímos a carcajadas. Habíamos entrado en un estado de lucidez bastante animal.Él ya no parecía un pájaro carpintero triste,sino digno y espabilado, y yo me movía con más decisión y convencimiento.

Acogiéndonos al refrán popular que dice "quien roba a un ladrón mil veces perdón" le presionamos para que nos dijese la contraseña de su caja fuerte particular,donde guardaba el dinero negro producto de sus sucios negocios.La presión consistía en abrirle la boca y meterle agua a través de un embudo (que compramos previamente en el chino de abajo) hasta que se hinchase por dentro,pero ésto no llegó a suceder,soltó 7 cifras cuando apenas llevaba tragados 5 litros. En la caja había unos 200.000 euros. Una cantidad bastante simpática.

 Lo metimos todo en una mochila,por supuesto de Hello Kitty, que compramos junto con el embudo.

 

Después até y amordacé al desplumado Orestes con los cordones de sus propios zapatos.

Federico y yo salimos de allí  con una extraña pero gratificante sensación de orgullo.

Bajando el ascensor empezamos a pensar en nuestro futuro,cada uno en el suyo. Sabiendo que nuestras vidas tendrían que cambiar,para empezar...de casa y de ciudad.Orestes no olvidaría aquel episodio y querría vengarse. Al menos, eso pasa en las películas,y aquella nos parecía muy real.

Federico me preguntó si tenía pareja,familia, hijos.  Le dije la verdad, que no. Me propuso que me fuese con él y su familia lejos de allí. Al norte, al sur, al este o al oeste. No había preferencias.

Le dije que sí.No tenía nadie más con quien compartir nada, nadie me esperaba e intuía que tras aquella sensación de orgullo,vendría la de vértigo,miedo y soledad.

Llegamos a su casa, se fundió en un gran abrazo con su mujer, me la presentó a ella y a sus hijos, todos estaban en casa,esperándole con preocupación. Me sentí bien entre ellos. Bien. Rodeado de sonrisas y abrazos y palabras cariñosas,de gente que se mira a los ojos al hablar,de gestos amables y personas que se quieren y se escuchan. Después de tanta violencia,aquello era como volver al hogar que perdí cuando aún era niño.

Miré a Federico y sonreí agradecido.

No teníamos mucho tiempo.Cenamos todos juntos mientras contamos la aventura que acabábamos de vivir y después nos pusimos manos a la obra cargando la ranchera de Federico con las cosas mas importantes del hogar.  Tanto en los ojos de Estefanía como en los de  sus hijos había miedo,pero también vida y esperanza. Me sentí importante entre ellos.

 

Arranqué el coche (Federico no podía conducir y Estefanía quería estar atenta a los suyos) . 

Nos fuimos con viento fresco.

Ya era de noche y habían bajado las temperaturas.

Una nueva vida nos esperaba.

 

 

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