Los otros.

domingo, 2 de junio de 2013

Sesión de Risoterapia.

Van a ser las 5 de la tarde,las 17 horas. 

 He calentado demasiado el café.Además, no suelo tomarlo por la tarde,no sé porqué estoy tratando de bebérmelo. Deben ser los nervios. Dicen de mí que no los tengo,que soy muy tranquilo,lento,pachón,casi un anfibio...pero se equivocan, soy muy nervioso aunque no se me note nunca. A veces no lo noto ni yo,se trata de un nervio subterráneo, una especie de topo que hurga en mis adentros. Ahora está hurgando. Síntoma de que algo le preocupa. Se muy bien de qué se trata.

 Van a ser las 5,las 17 horas y no quiero  volver a ese estúpido curso de risoterapia al que me aconsejaron apuntarme. Empezó ésta mañana y ya fui de mala gana. Lo pasé fatal. Todos eran muy simpáticos, especialmente la monitora,extremadamente alegre, dando ejemplo constante con su sonrisa perfecta del buen humor y el poder curativo de la risa. A mí eso me echa para atrás. Que me sonrían sin motivo,como si estuviesen haciendo un anuncio publicitario ante mi cara, me sienta como una patada en el culo."¿por qué sonríes tanto,imbécil?",suele ser mi pensamiento/pregunta/ladrido mudo/mirada hosca.

Llegué temprano al centro de ocio con mi chándal nuevo,el único que he tenido en mi vida, azul marino con una lista roja en el lateral de los brazos y las piernas. De antemano, me sentía bastante ridículo. Bajo las zapatillas, marca blanca de deporte, tenía unos calcetines puestos con tomate incorporado en cada unidad. La idea de que tuviésemos que quitarnos las zapatillas para algún ejercicio me inquietaba. Empezaron a llegar los demás. No conocía a nadie, ni de vista. He tratado de ser amable,por lo menos al principio. Se presentaban unos a otros con cara de ilusión,predispuestos bobaliconamente a la risa por cualquier motivo. He tenido que presentarme  11 veces,pues 12 éramos los participantes,intentando en cada ocasión poner mi mejor gesto,estirar los labios para simular al menos  un espíritu positivo de bienvenida al otro,pero mi cara es un espejo del alma que nunca se empaña y siempre muestra lo que hay. Soy transparente y parco en tonterías.

Nada mas entrar en la sala donde se iba a desarrollar el curso, más de uno se quitaba las zapatillas. Eso no me gustaba nada.  Allí nos recibió con una sonrisa de falleras dimensiones Campanilla,la monitora. En realidad se llama Virginia,pero le voy a llamar Campanilla. 

Campanilla nos habló durante 10 minutos sobre lo bueno que resulta reírse de las cosas y de uno mismo. Del optimismo y la autoestima, del sentido del ridículo y el despertar del niño que llevamos dentro (no sé porqué se empeñan en despertarle cuando los niños,como mejor están, es durmiendo). Le interrumpí enseguida, tal vez bruscamente, para preguntarle si había que quitarse las zapatillas .La descoloqué un poco, lo noté porque dejó de sonreír una micro milésima de segundo. Quedé tranquilo al responderme que no. Ella volvió enseguida a su estado de alegría superficial permanente. Los demás me miraron de arriba abajo con una sonrisilla que yo califico de tupido velo.

 Campanilla nos puso en círculo y, como me temía, inició la sesión de risoterapia con un turno de presentaciones. Había que hacerlo,por descontado,de una manera jocosa, imitando a un animal mientras decíamos nuestro nombre. Nada mas contar la dinámica, los más idiotas ya reían, amortizando a base de carcajadas su inversión en la matrícula del curso.Me llamó la atención especialmente la manera exagerada y poco natural de hacerlo de un tipo con el cutis y el pelo muy bien cuidado,parecía reírse por indicación médica,como el que se toma un jarabe que no le gusta. A mí no me hacía ninguna gracia aquello y no hice el mínimo esfuerzo por disimular mi rictus agrio . El primero,a la derecha de Campanilla, imitó a un chimpancé y dijo su nombre acompañándolo de sonidos simiescos, todos rieron menos yo; el siguiente imitó a un pingüino, carcajada general a la que tampoco me uní por falta de estímulo, la siguiente imitó a un canguro y "provocó hilaridad" ,como se suele decir en las contraportadas de los libros supuestamente cómicos, pero a mí sólo me provocó un bostezo; después uno imitó a una rana con sonido y todo, la gente se doblaba de risa, pero yo ni me inmutaba,  quieto y tieso como una estaca.

 Cuando llegó mi turno imité sin entusiasmo a un perro , lo más simple que se despacha,diciendo mi nombre y emitiendo un guau guau grave y seco. Fue con el único que nadie rió. Bueno, Campanilla se reía automaticamente de todo y en todo momento,pero vamos, que la cara gilipollas ya no me la quitó nadie en toda la mañana. Después vino la dinámica de los abrazos y las cosquillas. Campanilla puso música élfica y la gente empezó a darse abrazos y a hacerse cosquillas. Parecían disfrutar de lo lindo. A mí nadie se me acercaba. Al darse cuenta de éste detalle,Campanilla se me acercó con una sonrisa tipo "te acepto como eres,tío repelente" y me abrazó.Yo me dejé hacer,quieto y frío como una estatua, algo incómodo por el sobeteo al que me veía sometido. Después empezó a pellizcarme las axilas, que las tenía bastante sudadas debido a mi nervio tipo topo, del que ya he hablado antes. El que debía reír era yo,pero sólo reía ella, por no llorar,supongo,pues no creo que le fuese muy agradable el tema. Además,por la mañana desayuné tostadas con aceite y doble de ajo,con lo que mi aliento debería echar para atrás.

A los pocos segundos dijo "cambio de pareja!" lo cual era absurdo porque la gente cambiaba de pareja constantemente, se trataba de una vulgar excusa para deshacerse de mí .  Se me acercó un tipo delgado y alto con cara de jesuita intentando transmitirme alegría con la mirada o algo así. Me abrazó y me pellizcó después en el cuello. Yo no tengo ningún tipo de cosquillas, no emití ningún sonido. El Jesuita no perdía la fe y seguía pellizcando aquí y allá con sus manos limpias olor a pastilla de jabón Heno de Pravia. Yo perdí la paciencia y le dí un golpe bajo para que me dejase en paz.  Se llevó la mano a la entrepierna con gesto de dolor y le mentí diciéndole que lo sentía. 

 

Campanilla nos invitó a tumbarnos en el suelo y a cerrar los ojos escuchando la música que iba a poner. La cosa consistía en revolvernos unos con otros,cual camada de cachorros recién nacidos. A mí el planteamiento me resultó francamente bochornoso. Una mujer redonda propuso que nos quitásemos las zapatillas para no hacernos daño o ensuciarnos.Todos aceptaron la propuesta con agrado menos yo, que me negué sonoramente. A ésas alturas, ya captaba cierta antipatía del grupo hacia mí. Campanilla me dijo al oído con fingida paciencia y suavidad,como tapadera de su mala leche emergente, "reblandécete,hazte esponja" y me quedé mirándola sin comprender a qué venía aquella pamplina , imaginándome una esponja llena de pelos de alguien peludo que se ducha con ella.  Puso la música, una canción insulsa con sonidos de mar,ballenas y gaitas lejanas. La gente se revolvía con los ojos cerrados, yo miraba, entornando los ojos sin cerrarlos totalmente.  No me aparté de los demás,para que Campanilla no volviese a decirme al oído aquello de "esponja",pero vamos, que no me mezclé mucho. Ellos parecían pasárselo pipa, arrebujados entre sí, metiéndose mano aprovechando la coyuntura, sintiéndose bebés y riéndose porque sí. Uno de ellos,con pinta de comer poca carne, me metió uno de sus pies en la boca. Por impulso, le cogí el pie,cubierto con un calcetín que olía a pergaña, y se lo retorcí. Aulló de dolor el tío macrobiótico.

Al oír el grito, los demás dejaron de reír,Campanilla apagó la música y preguntó si había pasado algo. El tipo con olor a incienso,con pinta de comer poca carne, dijo que alguien le había retorcido el pié. Como cuando sucedió tenía los ojos cerrados y estaba concentrado en sentirse bebé, no me vio, pero creo que todos pensaban lo mismo. Me miraban con caras largas. Campanilla,algo ya desesperada conmigo,pues le estaba arruinando la sesión de risoterapia, dijo en alto que yo necesitaba mucho amor y que no podía reír hasta que no hubiese llorado antes.Por decir algo, le pregunté qué me había querido decir con lo de "esponja". Al grito de "abrazo cósmico!" vinieron todos a abrazarme. Casi me asfixian. Por complacerles y que me dejasen en paz me hubiese gustado llorar un poco,soltar una lagrimita,pero nada. El gesto solidario del grupo no me conmovió, mas bien todo lo contrario, me agobió bastante. Aún así, logré con gran esfuerzo decirles a todos "muchas gracias.Me siento mejor ahora". Después abandoné la sala pretextando una urgencia física al darme cuenta, maldita sea, de que tenía una erección tan tremenda como inoportuna.  

Después ya no volví,me vine para casa a ducharme y a estar tranquilo leyendo el periódico y mirando por la ventana.

Ya son las 5 menos cinco,las 16,55 horas de la tarde. Ya no me da tiempo a ir... ¿O sí?. Podría ir...

No tengo otra cosa que hacer y lo peor ya ha pasado.

Seguro que Campanilla no se alegra de verme; seguro que los demás tampoco,pero qué coño, yo también he pagado el curso y tengo derecho a ir, a ver si me río  una vez  al menos, aunque sea a costa de amargarlos a todos.

En fin.

Son las 5,las 17 horas. Me pongo el chándal , las zapatillas, me miro al espejo,respiro hondo y me voy al centro de ocio sin prisas pero con nervio,ese topo que me hurga por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario